Cuando le preguntaron a Utz Claassen por el presupuesto de la temporada, respondió que él no sabía cuál era el presupuesto de Coca Cola. Seguramente tampoco sabemos quién es el director de comunicación de la famosa compañía de refrescos, ni nos importa si le cambian. No obstante el despido del que ha ocupado este cargo en el Mallorca corrió ayer por la mañana como río de pólvora a lo largo y ancho de las redes sociales.
El problema no es tanto su cese como haberle contratado, por recomendación expresa de Pedro Terrasa, ya que nunca fue responsable de un departamento parecido, ni siquiera le gustaba el fútbol. Parece ser que los días de partido el hombre se iba al bar a tomar cafés, mientras gente de su equipo procuraba los deberes del cargo. Allá cada cual.
Lo traigo a colación no por la trascendencia del hecho en si mismo, que no tiene ninguna por la propia insignificancia del personaje, sino para que desde el alemán del que nunca más se ha sabido, por suerte, hasta Maheta Molango, que se nos mete incluso en la sopa, entiendan que todo lo que ocurre en torno al club adquiere mayor proyección que en la mayoría de otras esferas. Y si, el aficionado que mantiene las nóminas de toda esta gente tiene derecho moral a conocer ingresos y gastos porque aunque el dinero lo ponga otro, el consumidor se ubica en la grada o ante el televisor, es el cliente y, como tal, exige atención y servicio.
En el caso que nos ocupa, un profesional de la comunicación mínimamente cualificado ya le habría aconsejado al consejero delegado que deje de conceder entrevistas y que esté callado tanto fuera como dentro del club. Más que nada porque en cuanto abre la boca, mete la pata. Por desgracia me temo que la incapacidad o la ineficacia no ha sido la única razón de una salida tardía. Ahorran hasta en sobres de correos y, eso es cierto, en un club como este todavía se paga a mucho vividor.