Nos aproximamos al primer tercio de la competición y aunque la posición del Mallorca en la tabla es prácticamente equidistante entre el descenso y las plazas de playoff, hasta otros diez rivales pueden decir lo mismo. Es cierto que los de Ferrer han superado unos primeros pasos inquietantes y ofrecen unas sensaciones algo mejores, pero lo que tendremos que evaluar a corto plazo es si su rendimiento actual es objeto de mejoría en medida paralela al último mes del campeonato.
El cambio ha sido notorio desde que el equipo debutó en Alcorcón. Algunos jugadores que parecían intocables no cuentan ahora para el técnico, casos de Fofo o Tobías, quien se ha visto obligado a introducir un dibujo nuevo, 4-1-4-1, más acorde con las características de los futbolistas en plantilla. Sin embargo, en cuanto se ha descolocado una pieza, la baja de Yuste por sanción, el castillo de naipes se ha venido abajo al punto de que, en el mismo partido, el del pasado domingo en Leganés, hubo que rectificar el inicial 4-2-3-1 para volver al más reciente. Eso si, con la fatalidad del tropiezo de Arana, proclive a las lesiones donde haya militado, que obligó a replegarse en los minutos finales para evitar lo peor.
La impresión que toma forma en nuestros análisis a raíz de las últimas actuaciones es que, pese a tan incipiente calendario, este conjunto puede haber tocado techo. Es decir, no cabe esperar un rendimiento mayor del que da, sino que ha apurado su preparación hasta las últimas consecuencias con la intención de cerrar su portería aun a costa de no abrir la del adversario. Nos queda la sensación de que, colectiva y también individualmente, el limón ya ha sido exprimido y por más esfuerzo que en el futuro exija la liga, dificílmente va a dar más de si. Claro que es pronto para proclamar tales conclusiones. No obstante, la sombra de la sospecha sobrevuela una realidad que los guarismos no desmienten por frágil que resulte, a estas alturas, su dictado.
