La operación cosmética que, desdiciéndose sin previo aviso de lo pactado con el Partido Popular, perpetró el conseller d'Educació el día antes de que se aprobase la primera ley educativa de las Illes Balears no tiene el alcance que algunos medios y parte de la oposición pretenden darle.
El Govern podría establecer mañana mediante una ley aprobada masivamente por el Parlament que la lengua vehicular en la enseñanza pasa a ser el chino mandarín y eso no cambiaría ni un ápice el estatus de la lengua castellana -ni de la catalana, por cierto- en nuestro sistema educativo. La razón es muy simple, no tiene competencia para ello.
Nuestra Constitución, esa que acostumbran a denostar Més y Podem como manifestación de su indigencia política, y de la que el PSOE solo recuerda lo que le conviene, consagra en su artículo 3 la cooficialidad de castellano y, en nuestro caso, catalán, que se concreta en nuestro Estatut. A partir de ahí, poco más hay que discutir al respecto. La CAIB puede regular la presencia de la lengua propia en la enseñanza, pero no puede excluir la castellana ni darle el mismo trato que a una lengua extranjera, se pongan como se pongan los mariachis indepes del Govern.
Para los soberanistas de Més, que una ley proclamase expresamente el carácter vehicular de la lengua castellana en el sistema educativo era poco menos que el reconocimiento tácito de nuestra pertenencia a eso que ellos llaman el "Estado español", algo que este personal vive como una suerte de humillación, pese a que muchos de sus actuales líderes no pueden presumir precisamente de contar con ocho apellidos mallorquines. Para montar este teatrillo, amenazaron a Armengol -probablemente, de boquilla- con no votar la LEIB de Martí March, y como nuestra presidenta es, en el fondo, de su misma cuerda, pues acabó rompiéndose el frágil consenso alcanzado en determinadas materias con el PP y prefirió hacerse la foto con sus socios de Pacte, con el aderezo inútil, eso sí, de un PI que, si consigue no quedar fuera del Parlament en 2023 -algo que tiene muy complicado-, suspira con ser decisivo y entregarle de nuevo el poder a la inquera a casi cualquier precio.
Y quien crea que con estos gestos se protege mejor el catalán está profundamente equivocado. Bien el contrario, lo que generan estas demostraciones de puerilidad es una gran antipatía entre aquellos que tienen el español como lengua materna que en nuestra comunidad autónoma son ya mayoría, especialmente entre los más jóvenes. De esta manera, se contribuye a que, con mayor o menor presencia en la escuela -el único ámbito en el que la lengua catalana está realmente viva- el catalán -en las formas propias de nuestras Islas- retroceda en su uso social a una velocidad vertiginosa. Y no hace falta ver estadística alguna, los que peinamos canas tenemos memoria.
El fracaso del proceso normalizador es tal que el único aspecto en el que la lengua mejora es el de la alfabetización, pero no en el uso corriente, y sin él está abocada a convertirse en una lengua muerta.
No obstante, es imposible disociar determinadas posturas de los partidos nacionalistas de los intereses nada generales de sus sindicatos asociados y otras mamandurrias diversas que viven de este hecho a costa del presupuesto público.
Aunque la escuela pública va a seguir siendo un reducto del modelo de inmersión lingüística, nada ni nadie va a poder impedir que en gran parte de la enseñanza concertada -amparada por la libertad de enseñanza y la libre configuración de su proyecto educativo que protege la Constitución- continúen conviviendo, en paz y armonía -como es lo lógico entre lenguas hermanas- el castellano y el catalán, además de alguna lengua extranjera. Este modelo de éxito de la iniciativa privada, que el Govern niega a la escuela pública para satisfacer al radicalismo, seguirá siendo un factor diferencial que determinará la elección de muchas familias, incluyendo modelos plurilingües que, obviamente, contemplen la adecuada enseñanza en la lengua común de todos los españoles y en la propia de las islas, en un plano de absoluta igualdad, como es lo lógico cuando hablamos de cooficialidad de ambas.
Y eso sucederá diga lo que diga la LEIB.





