Lo único que tenemos claro antes de empezar cada temporada de fútbol es que en primera división ganarán el Real Madrid o el Barça porque son los mejores, manejan los mayores presupuestos y debido a decisiones arbitrales claramente favorables parten con media docena de puntos de ventaja sobre el resto de competidores. Me hace gracia que se justifiquen sus mayores ingresos televisivos porque son quienes más espectadores atraen, sin tener en cuenta que sin las dieciocho comparsas restantes no habría campeonato. La ley del embudo.
En segunda división no hay supremacía que valga. Nadie hubiera pronosticado en su día el ascenso del Eibar o el del Leganés y, para no remontarnos tan lejos, que al Levante le sobrarían puntos. Ya si me apuran, estaba claro que el Mallorca no iba a luchar por subir, pero se necesitaba mucha imaginación y una gestión paupérrima para que la fiesta terminara en un descenso con características de naufragio.
Ahora, exhibir el sello de favorito del Grupo III de Segunda B no significa absolutamente nada. Poco mérito tiene al tratarse realmente de una Tercera real. Si ni ahí la pintas, mejor dedicarse a la petanca. Pero mostrar una superioridad tan clara como algunos pretenden ya es harina de otro costal. Es evidente que, salvo sorpresas, hay equipos destinados a no abandonar la mediocridad que se supone al conjunto de la categoría, pero no olvidemos que para salir de este desierto se precisa mucha paciencia y no poca fortuna. Racing, Pontevedra, Murcia, Hércules, Elche, Jaén, Recreativo, son solo algunos de los históricos que se las pelan año tras año para recuperar su status. En este inmenso arenal no hay oasis y no sirve para nada ser mejor que otros diecinueve equipos a la hora de rellenar la solicitud de readmisión en el fútbol profesional. Ahora el Mallorca no lo es y hará mal si aspira a vivir del escudo, del pasado, sin empezar por reconocer que el club, ya no el equipo, milita donde debe en función de su deteriorada estructura. Aquella institución que conocimos pasó a la historia, no existe. Se ha transformado en un negocio especulativo de un grupo de caprichosos millonarios norteamericanos.
