Las enfermedades malditas

Ayer en la terapia grupal semanal que hago en la Unidad de Salut Mental de Santa Ponsa, una de las asistentes al grupo recordaba su infancia y como le había afectado la enfermedad de su madre. Su madre padecía una Tuberculosis. Después de la guerra esta enfermedad fue muy frecuente en España. Había hospitales específicos donde se les ingresaba. Ella tenía cinco años cuando se la diagnosticaron. Recordaba como su madre pasaba largos periodos en la cama, no salía y no podía hacer nada.

Ella tuvo que encargarse desde muy temprana edad de las faenas domésticas, no fue a la escuela y “tenía que ayudar a mi madre”. Ella construyo un vínculo especial con su madre, que falleció cuando ella era adolescente. Nos contaba como “aquella enfermedad no se podía nombrar, era maldita, había que ocultarla, la gente tenía miedo al contagio, había mucho rechazo a ella, me echaron del trabajo porque mi madre la había tenido”. Yo era hija de una “tuberculosa”. Terrible peo real. La tuberculosis era una enfermedad maldita . Mataba y se contagiaba. Pero además estigmatizaba a la enferma y a su familia. Los marcaba socialmente.

Bien pues esta estigmatización es la etiqueta que han tenido y todavía tienen las enfermedades mentales. Las enfermedades mentales se atribuían a fallos morales o maleficios sobrenaturales. Ir al psiquiatra se ocultaba. Solo “van los locos”. A los enfermos se les recluía de por vida y sus familias soportaban mucho rechazo social. Vivian muchos de ellos avergonzados porque tenían un familiar que había enfermado de esquizofrenia, depresión o se había suicidado. Eran culpables de ello. No eran normales.

Hoy el 50% de las personas que van a un psiquiatra no se lo comentan a sus allegados. Doctor “no ponga en el informe que tengo una depresión”. Un paciente mío jubilado que padecía una grave depresión se levantaba cuándo recordaba, que él no “había creído en la depresión, que desconocía el sufrimiento que conllevaba y que creía que era un cuento, ahora me arrepiento de trabajadoras mías que echaba de mis negocios cuando venían con la baja de la depresión”. En las terapias grupales los pacientes dicen “yo soy bipolar, yo soy depresivo y yo soy esquizofrénico “. Su identidad es a menudo fagocitada por su enfermedad.

La primera tarea es trabajar con ellos esta auto estigmatización negativa que ellos mismos construyen. Diluyen su unicidad y su auténtica identidad en diagnósticos psiquiátricos. Los profesionales de Salut Mental tenemos que tomar conciencia de nuestro lenguaje y de los mensajes que lanzamos. Muchas veces confunden a nuestros pacientes y a sus familias. Hay que estar atento a las narraciones que hacen los pacientes de su experiencia. No hay que añadir fuego a la hoguera. Es un sufrimiento innecesario.

No hay ninguna especialidad , excepto la psiquiatría, que tenga otra contraespecialidad antagónica y radical como es la Antipsiquiatría, que habla del “ mito de la enfermedad mental”, que generan mantras que tienen como pensamiento único la libertad como absoluto ,guiones talismánicos como “¿ de quién es la vida, en todo caso?” y que se niegan a reconocer los avances en psicofarmacología y en neurobiología. El psiquiatra trata enfermos no receptores cerebrales ni neurotrasmisores. Individualiza y contextualiza.

El psiquiatra no solo evalúa la conducta, el pensamiento o el mundo emocional de sus pacientes. Le interesa su personalidad, su biografía, su crianza, su funcionamiento social, su ciclo vital y los acontecimientos vitales que ha afrontado , sus conflictos, su resiliencia y como no ,sus valores. Es decir el ser y el estar. El estigma es un etiqueta despersonalizadora y descontextualizadora ..Todos estamos predelirantes o predepresivos. Todos estamos en riesgo de descompensarnos. No hay blindaje ni inmunidad contra las enfermedades mentales. Todos los procesos mentales son procesos neuronales. La neuroplasticidad cerebral , alterada en las enfermedades, es clave para poder dotar de más recursos y estrategias para afrontar la vida. La neurplasticidad que genera nuevos mapas cerebrales es nuestra esperanza. Las intervenciones psicofarmacológicas y psicoterapéuticas actúan a través de la maravillosa neuroplasticidad.

Si Ortega viviera ahora reformularia su famosa frase y diría : yo soy yo ,mi neuroplasticidad y mis redes sociales.

El genoma solo se expresa si hay circunstancias de relación con el ambiente que lo activan: muchas de estas circunstancias son inevitables. Nuestro estilo de vida lo contraemos nosotros, así como nuestro distraes. El estrés revela más de nosotros que la grafología. El cerebro se deprime o tiene experiencias anómalas porque no puede evitarlas. Nadie es culpable de padecer un trastorno mental, pero sí que es corresponsable con la ayuda adecuada en construir el cumplimiento de su tratamiento. En un contexto interpersonal confortable, empático y fiable las medicaciones se nos muestran como u n recurso de primera magnitud.

Es trágico que se estigmatize a los tratamientos psicofarmacológicos, eso no pasa con el resto de fármacos para enfermedades médicas Como dice el gruponalista vasco, el psiquiatra Josu María Ayerra “No olviden que no elegimos la lotería genética, la familia que nos cría ni el sitio donde nacemos. Es infantil y absurdo fardar de esto cuando no tiene ningún mérito personal.. Nos ha sido dado”. Si pudiéramos evitarlo elegiríamos contextos afectivos y por supuesto nadie tendría ninguna enfermedad mental. Hay que exigir a la Administración que destine parte del presupuesto a los recursos en Salut Mental.

Hay que lograra la rehabilitación psicosocial de los que padecen graves trastornos mentales graves. Los enfermos y sus familias, no pueden ser marginados y excluidos. Los enfermos tienen que recuperar su autonomía y su dignidad. Hay mucha tarea por delante. . La palabra ESTIGMA se puede convertir desde la empatía y el respeto en la palabra ESTIMA, solo hay que quitarle la G. La lucha contra la estigmatización es tares de todos no solo de los profesionales de la salud mental.

Si Ortega viviera ahora reformularia su famosa frase y diría : yo soy yo ,mi neuroplasticidad y mis redes sociales.

Y ya saben mi mantra preferido (al menos últimamente). Aun, aquí y ahora que estamos en derrota transitoria pero nunca en doma.

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