Los llamados sindicatos mayoritarios salieron a la calle un año más con motivo del 1 de mayo con el fracaso habitual: Manifestaciones desangeladas y banderas comunistas y separatistas. Ninguna bandera constitucional de España. Será que “defienden” a los trabajadores de otro país...
Un año más han reiterado el discurso rancio y casposo pidiendo el voto a la izquierda, ante la asistencia de los representantes del PSOE, Ciudadanos, IU y PODEMOS. Un sindicalismo que aún vive en la lucha de clases de principios del siglo XX cuyos dirigentes, muy republicanos, viven a cuerpo de rey sin pegar un palo al agua (los palos los reciben los que quieren trabajar). Una rémora, un lastre, para la creación de empleo, siendo responsables, en gran medida, de los elevados niveles de paro que padece España.
UGT y CCOO son organizaciones obsoletas, desfasadas, que asumen la representación de los trabajadores pese a que nunca han gozado del apoyo de la mayoría de ellos. Esa posición inmerecida e injusta se traduce en privilegios inadmisibles, gracias a unos poderes públicos, que se sirven de ellos para inmiscuirse, de forma ilegítima, en las relaciones laborales, que hacen la vista gorda ante sus múltiples corruptelas, permitiendo incluso el ejercicio de la violencia a través de los deleznables piquetes informativos.
Un dato muy significativo: La tasa de densidad sindical en España es de un 16,8% mientras la tasa de cobertura de la negociación colectiva es del 79,1% (Porcentaje sobre asalariados). Los trabajadores no tienen por qué seguir viviendo bajo la bota de unos sindicatos cuyos líderes poseen unos privilegios que no les aportan nada. Los actuales niveles de no sindicación son una demostración palpable de la desafección de los trabajadores.
Ha llegado la hora de dejar caer bajo su propio peso de corrupciones e incompetencias a estos sindicatos para poder recuperar el necesario sindicalismo independiente, solidario y participativo que defienda los intereses del trabajador. Necesitamos que los representantes de los trabajadores defiendan los intereses de aquellos a los que representan, con las garantías que otorga la legislación frente a los posibles abusos o represalias de las empresas. Pero nunca para que esas garantías se conviertan en privilegios personales, ya sea en forma de liberados o asalariados, que en muchas ocasiones no tienen otro puesto de trabajo que el de sindicalista, y que, cuando se sientan a negociar, en muchas ocasiones lo hacen sobre intereses ajenos a la defensa de los derechos de los trabajadores, mientras ponen precio a su “asesoramiento”: EREs. En definitiva, los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, son parte de un sistema político necesitado de reformas en profundidad.





