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Lecciones del caso Pedro Santos

El personal anda pesimista por todo el estercolero instalado desde hace años en la planta noble de Ferraz, y que ahora ha destapado UCO. La UCO es la unidad de élite de la Guardia Civil que hasta hace un par de semanas trabajaba al dictado de la Internacional Fascista con el único objetivo de derribar a Sánchez, y a la que ahora pocos se atreven a chistar, por si acaso. Hoy recordamos aquel «necesito a Balas, así de claro», de la ínclita Leire, y nos entra la risa floja al imaginar a esta mujer tratando de ensuciar el nombre del responsable de la UCO, que para entonces ya debía haber escuchado los audios del jefe de Leire, Santos Cerdán, repartiendo mordidas. Esto fue anteayer, que no se nos olvide. Como vamos a escándalo diario, es lógico que nos cueste retener la información.

Ya digo que está el gentío muy alterado con la política, y a mí me parece que no es para tanto. El manual de autoayuda más barato te explica que de la peor situación, de la más dolorosa o catastrófica, se pueden extraer lecciones para el futuro. La primera es que, gracias a la banda del Peugeot, a partir de ahora nos evitaremos que los que aún defienden a Pedro Sánchez con el argumento de frenar a la ultraderecha, nos vuelvan a dar la murga con eso de que el electorado de izquierdas es menos tolerante con la corrupción que el de derechas. Se entiende que, si vuelven a ponerse estupendos desde su atalaya moral, estarán hablando de los votantes maricomplejines de izquierdas, no de ellos mismos, los pata negra de la rosa y el puño, que tragan con esta inmundicia por un bien superior: que no gobierne nunca el que te gana las elecciones.

La segunda lección es que no conviene acostumbrarse a tratar a los ciudadanos como si fueran imbéciles, porque se corre el riesgo de acabar creyendo que, ciertamente, hay un número suficiente de idiotas a los que convencer de que no hay nada más importante que el partido y la ideología. Es un truco barato, de gobernante trilero, porque trata de ocultar una evidencia: a un político no se le castiga de verdad en una manifestación, ni en las tertulias con los amigos, ni en una artículo de opinión, ni rajando en las redes sociales. La única manera real de enmendar a un representante público es a través del voto. No existe otro escarmiento, otra vía para sancionar un comportamiento rechazable, que el no votarle, o votar a otro. Todo lo demás, en el fondo, significa consentir.

No es broma esto. Pensarán que, al hablar de tramposos, me estoy refiriendo al presidente del Gobierno, un tipo que comparece en rueda de prensa para decir que él, a diferencia de otros, responde de manera inmediata ante los casos de corrupción. Es el mismo señor que cesó a su ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE en 2021 sin dar una sola explicación pública, que lo incluyó en sus listas electorales en 2023, dos veces, y que tardó quince meses en expulsarlo del partido desde que le abrió un expediente disciplinario por el caso Koldo, que luego fue el caso Ábalos, luego el caso Cerdán, y que ahora es el caso Pedro Santos, aunque todo apunta a que acabará siendo el caso Sánchez cuando se hagan públicas las grabaciones que le han hecho sus personas de confianza.

Pero no. De Sánchez ya es difícil que nos pasme algún engaño. Quienes me sorprenden son personas de izquierdas por las que, hasta ahora, mantenía un respeto intelectual, y que hoy son capaces de compartir en sus redes disparates como éste: «es crucial para la democracia que Pedro Sánchez continue en su puesto hasta el fin de la legislatura, y más allá…. porque la alternativa es la noche y la niebla». Esta es la tercera lección: personalmente, me resulta imposible mantener el respeto intelectual por alguien que muestra ese concepto de la democracia a beneficio de inventario, o sea, la democracia como sistema para que siempre gobiernen los míos, hagan lo que hagan, pase lo que pase, caiga quien caiga. Siempre será mejor que los míos anden de putas y robando, que un gobierno de Feijóo. Ejemplar.

La pifiaron, y se fueron, o los echaron los votantes: SuárezGonzález y Rajoy, en España. Y también AntichBauzá y Armengol, en Baleares. Y no pasó nada. Me refiero a nada irreversible, o a nada que no puedan remediar unas elecciones, si de verdad se cree en el principio democrático de la alternancia política.

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