L'Estendard del cambio

A los socialistas, desde 1982, la palabra ‘cambio’ les apasiona. En todos lados menos en Andalucía, claro. Hasta Hila dijo ayer, en un discurso tan soso como él, que éste era el año del cambio.

Algunos de esos cambios, realmente, se los podrían ahorrar, porque no nos aportan nada y nos cuestan dinero, pero otros que todos quisiéramos que se vieran de una vez, no acaban de aflorar. En algunos casos, el cambio es a peor, como en la ‘sombanyización’ general de toda la ciudad gracias al incivismo de muchos y a la absoluta inoperancia de EMAYA. Plan de choque, le han llamado, y a fe mía que están chocando de frente con la ciudadanía.

Para nuestro alcalde, sin embargo, el problema de Palma es la ‘especulación financiera’. No habla, en cambio, de la urbanística y, en ese caso, le aconsejo que no pregunte demasiado a sus compañeros de filas, que tanto empeño pusieron en su día en que viera la luz la macrourbanización de Son Bordoy, que esta vez sí parece ser que llegará a buen fin para sus promotores. Toma cambios.

Otro cambio que vende nuestro munícipe por antonomasia es la finalización del Palacio de Congresos. Sorprendentemente, ni pizca de vergüenza al decirlo, oye.

Y si de la propia Festa de l’Estendard hablamos, y pasando de largo de polémicas infantiles sobre el color del cordón de la medalla de los regidores, el único cambio necesario sería una vuelta atrás, para recuperar el sentido civil, militar y cristiano –sí, he dicho bien, nada de laicidad, ni siquiera de aconfesionalidad, la conquista fue cristiana- y la solemnidad de la fiesta, con la presencia del Ejército rindiendo honores. Así sucedía hasta que cuatro perroflautas descerebrados, alentados por la desidia, complejos e inoperancia municipales, consiguieron echar de Cort a los representantes de las fuerzas militares que asaltaron la Medina musulmana. Durante años, este hecho era algo único, que hasta los soberanistas de entonces observaban pasmados: el único caso en todo el estado en que el Ejército español rendía honores a la cuatribarrada, incluso durante el franquismo.

Y a mí que me perdonen, pero que un cuerpo absolutamente desprestigiado y carcomido por la corrupción, con cincuenta agentes imputados y once presos, como la Policía Local de Palma, tenga que encarnar la representación de la fuerza militar de la Conquista, me parece un auténtico insulto a la historia y hasta al buen gusto.

Quizá me equivoque, pero auguro más cambios, especialmente dentro de cuatro años.

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