Hoy todos deberíamos formar parte de los personajes que creara Charles Schulz, especialmente Snoopy, cuando soñaba sobre su caseta con horizontes diferentes a los que la vida nos va mostrando, llegando a fantasear con ser dibujante o escritor. Su célebre frase “Era una oscura y tormentosa noche…” bien podría ser el inicio del terrible relato con el que ayer nos almorzamos y en el cual el fanatismo religioso se quiso imponer sobre la tolerancia en libertad.
Soy coetáneo de “Hara-Kiri”, el germen nacido en 1960, del que afloró “Charlie Hebdo”. El semanario debía su nombre a las tiras del historiestista americano, ya que uno de los redactores que colaboró en superar la censura impuesta por el gobierno francés, tras el revolucionario 68, había sido el redactor jefe de "Charlie Mensuel" que publicaba series clásicas y cómics contemporáneos. En referencia a Charlie Brown, es por lo que la publicación francesa y su heredera tomaron el nombre de Charlie.
Ahora, no sólo la revista satírica está de luto, sino que gran parte de la prensa libre lo está, mientras el pánico gana adeptos entre los franceses y el resto del mundo. Seis millones de musulmanes, entre los casi setenta millones de galos, no pueden sufrir las consecuencias de esta acción, porque también padecen el dolor en carne propia, pero será inevitable que los populismos con tintes xenófobos, medren sobre el beneficio electoral que supondrá la radicalización de la opinión pública. Un movimiento, de gran calado en el sur de nuestro país vecino, que podría generalizarse si no resolvemos con decisión el problema de la integración y que va más allá de la consideración social al efecto migratorio, en una aldea global heterogénea.
En septiembre de 2012, José Luis Martín Zabala, miembro del Consejo de Redacción de El Jueves, escribía en El HuffPost un post con motivo de las polémicas viñetas sobre Mahoma que acababa de publicar Charlie Hebdo, en el que evocaba cuando ellos no se atrevieron a hacer lo mismo unos años atrás, lo que provocó una célebre portada del semanario español. Su reflexión de entonces recobra actualidad y es un epitafio dibujado sobre la memoria de las víctimas: “Menuda papeleta la de Charb, el editor de Charlie Hebdo que está estos días en el centro de la polémica por la publicación de dibujos de Mahoma en su revista. Creo que tiene razón cuando amparándose en la libertad de expresión decide publicar esos dibujos. ¿Qué tiene que primar - nos pregunta- la libertad de expresión o las amenazas de los fanáticos religiosos?". La respuesta estaría clara si no fuera porque esos fanáticos son letales.”
Stéphane Charbonnier, ‘Charb' es uno de los doce fallecidos en el sangriento atentado. Desde que fue objeto de otra agresión, el joven director repetía sin cesar la frase para definir la dignidad, con más padres atribuidos,: “Prefiero morir de pie, que vivir de rodillas”. Siquiera le dieron la oportunidad de hacerla real, cuando en medio de su consejo de redacción, a sangre fría, los asesinos cumplieron a rajatabla el llamamiento realizado el pasado septiembre por el líder del grupo terrorista Estado Islámico, Abu Bakr Al Baghdadi 'califa Ibrahim': "Si podéis matar a un infiel americano o europeo, especialmente a los vengativos y sucios franceses, o a un australiano, un canadiense o cualquier infiel de los que promueven la guerra infiel, incluidos los ciudadanos que han entrado en la coalición contra el ISIS, confiad una vez más en Alá y matadles de cualquier modo o manera, pero hacedlo".
Dios ha sido siempre el ariete de un apostolado a sangre y fuego entre fanáticos del monoteísmo, pero las nuevas cruzadas son más peligrosas porque la información alcanza a todos y el efecto llamada tiene múltiples génesis, en una población que no tiene nada que perder y es caldo de cultivo fácil para sembrar el fundamentalismo. El control del precio del petróleo y la cortesía tolerante no bastan para frenar lo que Nostradamus profetizó como el epílogo de la humanidad. Un final que lleva tiempo escribiéndose con tinta carmesí y que se ha cobrado una docena de vidas más, cuya pérdida nos ha llenado especialmente de tristeza porque sólo querían mostrarnos otra vertiente desde la que podernos reír de todo.




