Sorprende que los copropietarios del Lluis Sitjar se quejen del pago al que les obliga Cort por la demolición del estadio y, en cambio, no se opusieran con mayor vehemencia a la declaración de ruina instada por la gerencia de urbanismo que la permitió. Algunos juristas opinan que el derribo sólo se justifica en caso de que el derrumbamiento amenace al exterior, lo cual no es el caso ya que ninguna de las calles perimetrales y mucho menos la plaza de Barcelona se veía afectada.
Entonces debemos retroceder al inicio del expediente no incoado por el actual gobierno municipal, sino por el anterior; no por Noguera, sino por Valls. ¿Acaso una medida coercitiva para forzar algún tipo de decisión o un pacto soterrado para ir eliminando obstáculos?. Lo último que necesita l’Ajuntament es una reedición del “caso canódromo”, por el que se pagaron unos buenos dineros del erario público y allí sigue para vergüenza ajena y propia, mientras los sesudos ediles se enredan con Marivent, Sa Feixina y demás zarandajas. Y ¿qué pasaría si el Mallorca optara por abandonar Son Moix y erigir su propio estadio?.
La deconstrucción derivada en un terreno para pasto de alimañas y vegetación salvaje y descontrolada en lo que hoy puede considerarse pleno centro de la capital, abre la puerta a otras acciones recaudatorias. No en vano los títulos de propiedad tienen carácter patrimonial, sino que los dueños podrían y quizás deberían ser instados a mantener el solar en su debido estado de salubridad y limpieza. Así que, créanlo, esto no ha hecho más que empezar y las reuniones prosiguen sin llegar a acuerdos. De momento el viernes hay otra. Seguiremos informando. Ustedes, mientras, entreténganse en especular.







