El 24 de mayo la soberanía popular se expresó de forma clara. Castigó a los partidos tradicionales y les alejó, indisimuladamente, de las mayorías absolutas. Dejó dos posibles vías de gobierno. Las mayorías naturales con apoyos puntuales y la de los pactos entre partidos y plataformas.
En este escenario, una alternativa de partidos de izquierdas se está imponiendo en el gobierno de la práctica totalidad de las instituciones. Nada que alegar. Democracia en estado puro en este tramo inicial y fácil de la IX legislatura.
Hasta la fecha, hasta donde se sabe, declaración de intenciones bajo la fórmula del consenso y reparto de sillas.
Lo importante, la prueba de fuego, solo se constatará cuando el nuevo gobierno se comporte como el gobierno de todos los ciudadanos, sin exclusiones; también en el de los que no les han votado.
Lo trascendente, se evidenciará ante la capacidad de dar respuesta a las necesidades de la gente, priorizando por las de los más débiles.
Obtendrá la categoría de buen gobierno si es capaz de conformar un horizonte de oportunidades para los sectores productivos y por centrarse en la personas.
Y por dar seguridad, por crear confianza, por su talante facilitador. Pero también por huir del radicalismo y del frentismo, extremos para los que no se les ha dado mayoría alguna.
En la medicina, ante la asistencia a un paciente prima el "primum non nocere" - lo primero no hacer daño- y en el área de investigación, antes de probar la eficacia de un producto es preciso garantizar su seguridad. En este mismo sentido, la ciudadanía está ansiosa por ser gobernada desde la diversidad, la participación, la transparencia y la profesionalidad pero esperando resultados tangibles de mejora en el área social, educativa, sanitaria y económica.
En esta fase inicial, con lo fácil, las nuevas alianzas se han expresado con manifiesta dificultad. Vaya, como en la vieja política; reparto de cargos, cordón sanitario y postureo. Esperemos que no sea una premonición y que la “tripolaridad” solo tenga de enfermiza, su semántica.
