Algunos teóricos han bautizado los últimos instantes de cada partido de fútbol como los minutos de la basura. Craso error cuya crueldad se manifestó ayer, igual que la fiesta, por barrios pero a la vez con una incidencia decisiva en el resultado de los partidos disputados por los equipos insulares.
El Mallorca mantuvo a salvo su imbatibilidad, que no su declive de juego, cuando en Badalona ya saboreaban el laurel de haberla roto. Peor aún, el futuro se desdibuja ante el incierto y preocupante diagnóstico de la lesión sufrida por Lago Jr que, junto a la ya conocida de Ferrán Giner, lastra las líneas exteriores del equipo diseñado por Vicente Moreno. Los locales, a su vez vírgenes como anfitriones, se adelantaron en el marcador merced a un tiro desviado por un rebote lejos del alcance de Reina. Tal vez sin merecerlo y sin crear apenas una oportunidad si exceptuamos el lanzamiento de una falta que Bonilla estrelló en el palo corto de la meta local, Sastre igualó de la misma manera. Quien a hierro mata, a hierro muere. Resultado aparte, Molango, Recio y compañía tendrán trabajo en Navidad.
Mucho peor es lo del Atlético Baleares. No es que continúe sin cerrar una victoria en Son Malferit, sino que coquetea peligrosamente con las posiciones de descenso a tercera división. De empecinarse en el error, una mala forma de reinaugurar el Estadio Balear, cual se pretende. Sea como sea, la consecuencia de empeorar su plantilla de un año para otro y confiar su dudoso proyecto primero a un entrenador de juveniles y después a un técnico segundón sin mayor experiencia que su antecesor. Y es que jugar a empresario futbolístico para satisfacer egos personales y exhibir músculo financiero, es muy bonito sobre la mesa, pero requiere algo más cuando la partida se desarrolla más allá que en el FIFA 2017 frente a la pantalla del televisor, sea de Nintendo, Sony o Microsoft.