La verdad que sí, como diría un futbolista a pie de campo o en rueda de prensa, que la señora Bachelot hubiera podido decirlo en el 2012, cuando asegura que sucedió, y no cuatro años después porque, ahora, a dónde nos conduce todo esto. Hablo de la acusación de dopaje vertida sobre Rafa Nadal, sin otro argumento que cualquier tenista que se pase siete meses de baja es sospechoso de consumir potenciadores, anabolizantes u otra sustancia prohibida.
La ex ministra de sanidad y deportes del gobierno Sarkozy, tiene una parte de razón: “en el mundo del tenis todo se tapa”. Me remito en este caso al escandaloso informe de la BBC, televisión pública inglesa y no francesa, advirtiendo del amaño de partidos en colaboración con un periodista de Buzz Feed. Veinticuatro horas después de emitirlo y con la promesa de hacer públicos los nombres de hasta dieciséis, se hizo el más absoluto silencio. Pagó los platos rotos Davydenko, casualmente de la misma nacionalidad que la sancionada María Sharapova.
En el tercer párrafo del escrito se conclusiones se puede leer: “Hace ya siete años las autoridades del tenis mundial recibieron evidencias sobre un red de jugadores sospechosos de fijar partidos en grandes torneos como Wimbledon después de una investigación histórica, pero todos ellos han podido seguir jugando”. Antes dice: “Órganos rectores del deporte han sido advertidos reiteradamente sobre un grupo de 16 jugadores, todos los cuales figuran clasificados en el top 50, pero ninguno se ha enfrentado a ningún tipo de sanción”.
¿Qué tiene que ver Nadal con ésto?. Nada, supongo. Ignoro los motivos por los que le política gala se ha lanzado a la piscina, con agua o sin ella, ni por qué precisamente en este instante. Puede que el de Manacor simplemente haya sido víctima de una afirmación cuando menos arriesgada. Lo contrario se convertiría en un escándalo de proporciones inimaginables. Mejor no “meneallo”.
