Melchor, Gaspar, Baltasar y Pedro

Hoy llega a Mallorca -loado sea el Omnipotente- Pedro Sánchez. El presidente viene con la intención de ocultar, una vez más, el debate autonómico o local en esta campaña plebiscitaria que él solito se ha montado, porque él lo vale.

Sánchez dispensa a sus barones autonómicos el mismo trato que Franco otorgaba a sus gobernadores civiles, es decir, el de meros apéndices ejecutores de una política diseñada desde La Moncloa -entonces, desde El Pardo- y que tiene como único fin conservar la silla del jefe. La sanidad, la educación, los servicios sociales, la justicia o el medio ambiente de nuestra comunidad importan un pimiento al PSOE, lo que cuenta es que Pedro repita.

Algunos presidentes autonómicos socialistas, como Lambán o García-Page saben que Pedro y sus embustes les restan votos, de ahí ese empeño por desmarcarse, aunque solo sea de mentirijillas. No es el caso de Francina Armengol, que pese a que es tratada con displicencia y racanería por el jefe del gobierno estatal, se postra encandilada ante Pedro el bello en toda ocasión, rindiéndole la pleitesía colonial que nos caracteriza. De Hila, mejor no hablar, lo suyo es auténtica devoción por el madrileño, en la esperanza de que, con las mentiras habituales y alguna otra de regalo, Sánchez consiga eclipsar la calamidad municipal que encarna nuestro alcalde, a quien guarde Dios muchos años en su casa.

Porque se trata de eso. Pedro llega a Mallorca a prometer no se sabe aún qué cosas -que mañana figurarán en titulares de portada como si fueran a ser realidad- en esta rifa de prebendas y dádivas por doquier que nuestro amado líder reparte entre el populacho como muestra de su excelsa generosidad.

Lo bueno de las promesas que uno no tiene intención ni ocasión de cumplir jamás es que no tienen límite, ni presupuestario, ni moral. Sánchez regala el dinero de los ciudadanos de forma indiscriminada, sin importarle el detalle de que la deuda que acumula ya multiplica por 1,5 nuestro PIB. A quién le importan estas minucias, el dinero -de los demás- está para gastarlo. Hasta los multimillonarios recibirán su parte de la tarta de Pedro. Los nietos de Amancio Ortega o de Joan Roig también podrán viajar en el Interrail por Europa.

Mientras tanto, las 183.000 viviendas sociales prometidas por el gobierno seguirán el mismo rumbo que las 200.000 que juró a su pueblo Hugo Chávez, cuyo destino excuso explicarles. Lo próximo será declarar como numerosas las familias sin hijos, a condición de que uno de los cónyuges sea de la especie humana y tengan al menos un gato o una foto del presidente encima del televisor. Y nuevas sorpresas que sin duda el presidente ya tiene pensadas, qué se creen.

Pedro Sánchez hablará hoy en Mallorca del tranvía que tiene que cambiar nuestras vidas y protegernos de todo mal e incluso no descartemos que anuncie un nuevo REB, el enésimoprimero, que este sí que sí que contará con unas ventajas fiscales que compensarán la insularidad, a diferencia de todos los anteriores, que también tenían que hacerlo. Voy a llamar al Consolat para averiguar por dónde pasa la cabalgata, a ver si, al menos, pillo unos caramelos.

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