Opinión mallorcadiario.com

Meter la gamba

Existen palabras de nuestro lenguaje que, según el contexto, pueden significar algo bueno y lo contrario. Monstruo es una de ellas. Hitler fue un monstruo o mi tío es un monstruo con las matemáticas son ejemplos de significados opuestos de la misma palabra. Chulo es otra. Este tío es un chulo o el final de la película es muy chulo, denotan algo malo en el primer caso y algo bueno en el segundo. Perla y gracioso son otros dos ejemplos.

En esta categoría dual deberían encontrarse las palabras fracaso, fiasco o error. Además de la evidente connotación negativa, se merecen la contraria. Son términos que denotan negatividad cuando, en realidad son fuentes de aprendizaje muy valiosas.

Los bebés aprenden a andar tropezando. Los niños aprenden a ir en bicicleta cayéndose. Los adolescentes no olvidan los primeros fracasos amorosos. Los jóvenes graban a fuego aquellos errores que les hicieron suspender o perder un trabajo. Los adultos somos lo que somos y sabemos lo que sabemos por todos esos tropiezos en la vida. Se podría pensar que cuánto más tropecemos, más aprenderemos y cuanta más pasta nos cueste el error, más grabado a fuego lo guardaremos. Entonces ¿por qué errar, fracasar o tropezar tienen connotaciones negativas si sirven para hacernos mejores? ¿Por qué cagarla es sinónimo de equivocarse? Es algo cultural.

En España se tiene mucho miedo a la equivocación. Cuando llevas un fracaso empresarial a tus espaldas los bancos te cierran las puertas. Cuando un político realiza unas declaraciones desafortunadas, la oposición y los medios de comunicación se encargan de machar al incauto. O, cuando alguien mete la pata en Twitter, la marabunta escupe contra el inocente. El zasca se ha convertido en deporte nacional.

Sin embargo, premiamos el éxito. Cuanto más fulgurante, más laureado es. La cultura del pelotazo es reflejo de ello. Sus amigos le contarán aquellas acciones que compraron baratas y vendieron caras. Cuanto más breve sea el lapso de tiempo entre la compra y la venta, más admiración causará. Pero obviarán sus fiascos.

En Estados Unidos el fracaso está bien visto o, al menos, se ve como necesario en el camino hacia el éxito. Los bancos dan financiación al que lo ha intentado aunque haya errado porque entienden que de los errores se llevan una valiosa enseñanza y reduce sus posibilidades de volver a fracasar.

Se dice que el perseverante Edison no fracasó sino que descubrió 999 formas de cómo no hacer una bombilla antes de conseguirlo.

Abogo por dar un premio al mejor error empresarial, es decir, aquél que más enseñanza aporte. O a estudiar los errores empresariales más que los éxitos. Al fin y al cabo, 80 de cada 100 emprendimientos fracasan antes de llegar a los 5 años. Solo existe un Facebook, un Amazon o un Google pero existen muchos intentos desconocidos por el camino.

En la pizzería El Fortí, regentada por Giulio, una de las mejores de Palma, aparece una inscripción en la entrada que reza así: “Si antes hubiese tenido la cabeza de hoy, no habría cometido los errores que cometí pero la cabeza de hoy la tengo gracias a esos errores del pasado”.

Somos tan buenos como errores llevamos a nuestras espaldas. Por eso somos únicos. Un error es un regalo que nos da la vida para no volver a tropezar en él. No nos compadezcamos de quien yerra porque está aprendiendo a ser mejor persona.

Ante la caída de una persona en la calle, existen tres tipos de personas: las que ríen, las que miran inmóviles con sorpresa o las que ayudan a levantarse ¿a qué grupo pertenece usted?

Suscríbase aquí gratis a nuestro boletín diario. Síganos en X, Facebook, Instagram y TikTok.
Toda la actualidad de Mallorca en mallorcadiario.com.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más Noticias