Miró, la deuda saldada de Palma

Palma salda una deuda histórica con Joan Miró, y lo hace por todo lo alto: con cuatro exposiciones simultáneas que componen el mayor homenaje cultural celebrado en Baleares en décadas. ‘Paysage Miró’ no es solo una muestra artística; es una afirmación identitaria, una recuperación de un legado que define y dignifica a esta tierra.

El artista catalán eligió Palma como refugio y laboratorio creativo durante los últimos 27 años de su vida. En la capital balear encontró paisaje, luz y silencio; en Palma transformó el Mediterráneo en un lenguaje plástico universal. Sin embargo, la ciudad tardó demasiado en responder a esa generosidad. Hoy, ese silencio institucional se rompe con una propuesta ambiciosa y coral, que involucra a todos los actores culturales de peso en la isla.

Desde las esculturas monumentales en La Lonja hasta la mirada íntima de ‘La chispa mágica’ en la Fundación Miró, cada espacio ofrece un Miró distinto y complementario. El Casal Solleric y Es Baluard completan el mosaico, explorando su universo simbólico y su vitalidad contemporánea. Son más de cien obras desplegadas como constelaciones en torno a una figura que, lejos de fosilizarse, sigue desafiando la percepción de quienes la observan.

El impulso institucional detrás de ‘Paysage Miró’ merece ser celebrado. Es el fruto de un consenso entre administraciones que permite entender la cultura como bien común y seña de identidad

Esta iniciativa -que se prolongará durante medio año- no es un gesto nostálgico, sino una apuesta de futuro, en un momento en el que Palma aspira a convertirse en la Capital Cultural de Europa en 2031. Miró representa una forma de mirar el mundo con radicalidad y ternura, con riesgo y poesía. Volver a él es volver a preguntarse qué papel tiene el arte en una sociedad saturada de estímulos y de olvido. Y hacerlo desde Palma, desde el mismo lugar donde él pintó y esculpió, le otorga una resonancia especial.

El impulso institucional detrás de ‘Paysage Miró’ merece ser celebrado. Es el fruto de un consenso entre administraciones que permite entender la cultura como bien común y seña de identidad. Poner a Miró “donde se merece”, como dijo la presidenta Prohens durante la presentación esta semana, no es una consigna vacía: es reconocer que la memoria también se construye con belleza y con visión.

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