Amancio Ortega acaba de enunciar el mantra de su éxito empresarial: Crecer es la única manera de sobrevivir. Parece que poco se puede objetar a los mensajes del señor Ortega en lo que a éxito empresarial se refiere. Para un emprendedor en potencia como quien les escribe, los consejos del fundador de Inditex, los de Steve Jobs o los de Sala-i-Martín suelen ser dogmas de fe pero, en esta ocasión, quiero matizar la afirmación del creador de un grupo empresarial cuyo valor en Bolsa asciende hoy a 100 mil millones de euros, el mismo valor que las 20 menores empresas de las 35 empresas más líquidas de nuestro país que conforman el IBEX 35. Casi el doble que su inmediato seguidor en este ranking: Banco Santander. Inditex vale lo que Bélgica produce en un año y el doble de lo que produce Portugal o Irlanda. Casi nada.
Pero analicemos su mantra. Si crecer es sobrevivir, sensu contrario, no hacerlo es morir. Ya lo dijo Lewis Carroll en “Alicia a través del espejo” (la continuación de “Alicia en el país de las maravillas”): A veces hay que correr tan rápido como se pueda para permanecer donde estás. Esta tesis ha sido llamada como la carrera de la Reina Roja y es una tesis sobre la evolución de las especies. El ser humano se encuentra sometido a continuos cambios en el entorno, cada vez más rápidos, que requieren una adaptación. Y no solo en el aspecto tecnológico, cuya evolución es sorprendente, como sabemos.
Yo pertenezco a una generación que creció cantando las canciones de los payasos de la tele. Recuerdo aquella que decía: “lunes antes de almorzar, una niña fue a jugar pero no pudo jugar porque tenía que planchar”. La pobre niña no pudo jugar ningún día de la semana porque un día tenía que lavar, otro barrer y otro guisar. Esperábamos al final de la canción para ver si el domingo, al fin, podía dedicarse a actividades lúdicas pero no, tenía que rezar. Mi generación ha sufrido grandes cambios de calado en poco tiempo. A ellos, hemos tenido que adaptarnos a la fuerza. A algunos les ha costado más que a otros. El espejo en el que nos hemos mirado, el de nuestros padres, no ha servido todo lo que hubiéramos querido de cara a la educación de nuestros hijos y en la convivencia con nuestras parejas. Y encima, ahora tenemos que convertirnos a lo digital, dominar el inglés y tener una carrera universitaria, como mínimo, para competir con otros cientos de currículums y, en muchas ocasiones, a pesar de todo ello, beber de las aguas del desempleo. Esta reflexión es de tal calado que bien merece otro artículo.
Pero, ¿qué es el crecimiento al que se refiere Amancio Ortega?
Desde el punto de vista empresarial, es la búsqueda continuada de los mejores resultados económicos: incremento continuado de la cifra de ventas, reducción de los costes, aumento de la cifra de beneficios, mayor número de líneas de productos exitosas, mayor presencia en otros países, mejora en la satisfacción de los clientes, etc. El crecimiento económico aporta beneficios a la empresa y dividendos a los accionistas. La parte no distribuida debe reinvertirse en inversiones rentables para, entre otras cosas, pagar menos impuestos, hacer crecer el negocio y volver a aumentar los beneficios. De ahí que esa fórmula haya hecho subir la cotización bursátil de su grupo empresarial hasta el récord de los 100 mil millones. De otra parte, no hacer nada cuando los resultados son buenos puede provocar un exceso de confianza y morir de éxito. Por eso, como dice Ortega, siempre se debe buscar el crecimiento y la evolución.
Desde el punto de vista de un país, el crecimiento se muestra con la evolución positiva de la renta o el valor de los bienes y servicios producidos durante el año, respecto al año anterior. Desde el punto de vista personal, el crecimiento supone la transformación desde el estado actual hasta el estado de máximo potencial en términos de autoestima, felicidad, paz interior, etc.
Parece que, en cualquier caso, crecer es bueno. Sí, pero con matices. Todo crecimiento debe estar planificado a priori y controlado en la ejecución. Debe deberse a una estrategia predeterminada. Crecer por crecer, sin control, puede ser peligroso. Un crecimiento desbocado puede seguir caminos no deseados. Todo crecimiento requiere adaptaciones. En una empresa, más ventas deben suponer una mayor asignación de recursos, humanos o materiales, para poder afrontarlas con éxito y no fallar en el servicio que el cliente espera recibir. Si solo se tiene previsto el “cuánto” crecer pero no el “cómo” estamos abocados al fracaso. Además, vender más requiere mayores recursos financieros que pueden dejar comprometida la tesorería de la empresa si no está soportada por una política financiera sólida. También hay que tener en cuenta que destinar los esfuerzos solo a vender y no a cobrar es un riesgo que muchas empresas han experimentado antes de la llegada de la reciente crisis económica.
A un nivel superior, un país puede aumentar su PIB e incrementar su riqueza. Una mayor producción se da porque hay una demanda que la justifica. En líneas generales, mayor producción suele suponer mayores cuotas de empleo, necesario para afrontar ese aumento de la oferta y, por tanto, mayor sensación de liquidez por parte de más trabajadores porque se está repartiendo más trabajo entre la población. Pero en este caso, el crecimiento también debe ser controlado y matizado. El reparto de la riqueza debe ser lo más ecuánime posible afectando a la mayoría de los estratos sociales. Si la riqueza la concentran unos pocos a costa del empobrecimiento de las clases medias y bajas, el crecimiento se volverá en contra de la población. El Estado debe poner mecanismos de redistribución de la riqueza.
A Amancio Ortega le ha funcionado el mantra de crecer para sobrevivir. Seguramente ha puesto los controles que aquí he descrito pero creo necesario añadir las matizaciones al mensaje del magnate. Seguirlo así, sin más, puede perjudicar al receptor del mismo. El crecimiento desaforado y sin control puede ser peligroso y contraproducente tanto a nivel empresarial como nacional. Eso sí, a nivel personal el crecimiento debe ser continuado y sin límite. Cuanto más alimentemos nuestra autoestima y nuestro bienestar interior, mejor. Y no olvidemos la formación continua. Todo son beneficios a la hora de aprender. Un mayor aprendizaje nos hará ser críticos con nuestro entorno y nos ayudará a mejorarlo. Al fin y al cabo, el capital intelectual es de las pocas cosas que no nos podrán copiar los chinos aunque, eso sí, hay que hacer atractivo nuestro país y evitar que el talento emigre.