Es difícil encontrar un adjetivo positivo que poder adjuntar a un artículo del Mallorca desde hace dos años, cuando el club decidió iniciar un proceso de descomposición que está tocando a su fin. Los grotescos errores deportivos, groseros en algunos casos, han mezclado de forma fatal con una situación en la planta noble que hace mucho tiempo que es insostenible.
El nivel de hartazgo es absoluto, la gradería está muy cansada y las soluciones no llegan. Es más, los gestores siguen jugando al enredo pensando que la situación actual será reversible cuando alguno de ellos decida tomar la mayoría accionarial o culminar algún proceso de venta.
Nada más lejos de la realidad. La única esperanza que le resta al mallorquinismo es movilizarse, pero difícilmente van a encontrar guiño alguno desde la planta noble. Se irán Aouate, Karpin y habrá futbolistas que caigan en desgracia, pero lo cierto es que eso tampoco será la solución.
