Todos los gobiernos tienen su bufón. González contaba con Alfonso Guerra y Corcuera, Aznar con Acebes y Trillo, Zapatero contrató a toda la compañía... Creía haber identificado el nuevo saltimbanqui gubernamental cuando surgió el amor entre José Ignacio Wert y su segunda, la científica catorce coma ocho veces millonaria, Montserrat Gomendio Kindelán. Claro está, Wert ya no piensa ni en la LOMCE –eso que nos ahorramos- ni en las bobadas que el gabinete de comunicación de Rajoy le hacía decir, ahora sólo tiene ojitos para su Montse. Entre artículo y artículo, mientras discutían el currículo de ciencias naturales –ella es especialista en estrategias reproductivas-, decidieron pasar a la práctica, qué cosas. Pero hete aquí que ha nacido una nueva estrella del funambulismo comunicativo, una supernova del disparate, un Mr. Burns de carne y hueso, el jienense Cristóbal Montoro Romero, que eclipsa a todos sus predecesores cada vez que abre la boca y afina su característico timbre de mentiroso compulsivo. Claro que si uno lee su currículum, en el que se glosa el mérito de ser el delfín de Rodrigo Rato, entonces se entiende hasta el Ulises de Joyce. Esta semana, Montoro ha tenido un subidón de hiperactividad embustera y, la verdad, lo cuenta todo con tanto gracejo –sólo le falta el gorro de picos con cascabeles- que uno no sabe ya si echarse a llorar o descojonarse. Las últimas perlas de nuestro Alfa de Centauro de la comunicación gubernamental son: “El gobierno no hará nada que rompa la solidaridad y la igualdad entre todos los españoles” “Baleares está saliendo de la crisis” y “Los salarios de los españoles no descienden, sino que suben moderadamente”. No me digan que no es gracioso. Empezando por el final, seguramente un avezado contable -pongamos que como Manera o Aguiló- sería capaz de convencerles de que efectivamente, existe una fórmula matemática en virtud de la cual, al propio tiempo que a usted le pagan menos dinero cada mes en su nómina, en realidad le están subiendo el salario, así que no se queje, hombre. Lo que sucede es que en el Corte Inglés o en el Eroski de la esquina no entienden de matemáticas y están empeñados en que, por más teoremas económicos que les expliquemos, o les soltamos la mosca contante y sonante o no nos dan el bote de fabada o el cartabón para la clase de dibujo del nene. Ayer trataba de explicárselo a mi banquero. Fui a ingresar veinte euros de un reintegro de la primitiva y le pedí al amable cajero que analizara bien si no debía anotar en cuenta una cantidad superior, porque, si el Ministro de Hacienda es capaz de pagar menos y decir que sube los salarios, a cuento de qué a mi no me pueden aplicar semejante fórmula. ¡Que Montoro es catedrático, leches, y usted un simple empleado de banca! Si no me llego a largar de allí echando virutas, ya estaban llamando a la Unidad de Salud Mental. Ignorantes. Las dos primeras perlas citadas nos tocan de lleno y se ve que también derivan de sesudas formulaciones matemáticas en virtud de las cuales las islas, siendo la séptima comunidad autónoma en PIB por habitante, deben recibir menos que todas las demás por “solidaridad”, porque es evidente que somos los más ricos. ¿Perdón? Y lo dijo sin reírse siquiera. Reconozco que esta fórmula es todavía más difícil de entender. No sé si llamar a Manera y Aguiló para que me la expliquen.