¡Al fin llegaron las vacaciones de Pascua! Aunque solo a mí se me ocurre poner un examen y la entrega de trabajos sobre un libro de lectura, el último día de clase. No lo hice para acallar tópicos como el que los profesores tenemos muchos días libres, ni para flagelarme ocupando el tiempo en la corrección, sino para que mis alumnos sacaran mejores notas porque después se habrán olvidado de la mayor parte de los temas explicados. Y fue así, ocupándome de estos menesteres, cuando me cercioré que uno de los chicos me observaba detenidamente y si yo lo miraba, él bajaba los ojos disimulando su estado de nerviosismo. Estaba claro, intentaba copiar, hacer chuletas.
También las nuevas tecnologías ayudan en el arte de ocultar o falsear resultados con el fin de aprovechamiento particular, en este caso sacar una buena nota sin esfuerzo ni estudio alguno. Ya han quedado atrás los papelitos arrugados escritos con letra pequeña y abigarrada, y también lo que se conocía como el cambiazo (cambio de hoja en blanco por papel escrito con la respuesta correcta). Los había más burros que ponían el libro sobre sus piernas; unos que pintarrajeaban la mesa o se tatuaban con tinta las manos y las muñecas, otros introducían en un bolígrafo transparente una especie de canutillo escrito y el más trabajado de todos cuantos he visto es el que simulaba el papelito pegado de las instrucciones y advertencias en el bote de pasta correctora. Ahora son más sofisticados y vagos, ya que con una simple foto en el móvil o con el “smart watch” solucionan el problema.
Aunque la acción de copiar en los exámenes siempre ha existido en cualquier parte del mundo, se denomina de diferentes formas curiosas. En México lo llaman acordeón; en Cuba, chivo; en Colombia, pastel; en Puerto Rico, droguita; en Ecuador, poya; en Uruguay, trencito… Y aquí, chuleta; porque se cree que los judíos “xuetes” ocultaban su origen ante los demás comiendo chuletas mientras que para ellos estaba prohibido. También, con este término se refiere en España, a una cuña que usan los carpinteros para disimular las grietas en la madera. Concretamente, los madrileños, chulos o chulapones se les llamaba, por aparentar que sabían más que nadie de cualquier cosa.
Por otra parte, cabe añadir que además de estas chuletas existen otras mejores en cuanto nos referimos a gastronomía típica de Semana Santa, son las chuletas de cordero que se sirven fritas o a la brasa y están riquísimas. Es el cordero -cabeza, pies y entrañas- que se ordenó a los israelitas comer con ritos peculiares como parte de la celebración de la Pascua en el Antiguo Testamento, el que simboliza a Cristo en la tradición cristiana. El Cordero de Dios fue quién redimió al mundo mediante el derramamiento de su sangre en la Eucaristía Pascual. La religión guarda una estrecha relación con nuestros platos. En estas fechas, en todas las casas mallorquinas hacen “panades” con carne de cordero como ingrediente principal y el domingo de Pascua se come “frit” elaborado con entrañas, sangre y carne del animal mezclado con verduritas e hinojo que le da un sabor especial.
Tal día como hoy se conmemora la Pasión y Muerte del Señor en forma de procesiones dignas de contemplar como la de Sineu y “davallaments” en Artà, Felanitx i Pollença, donde se bajan 365 escalones entre cipreses con la imagen del cuerpo de Jesús a hombros. La Iglesia Católica manda a sus fieles guardar ayuno y abstinencia de carne como penitencia el Viernes Santo. Así que tendrán que esperar a mañana, Sábado de Gloria, para degustar estas especialidades de la cocina mallorquina. Les ruego que no oculten, ni disimulen, ni aparenten, el placer que les cause este tipo de chuletas. ¡Felices Pascuas!