Nuestra herencia

Desde hace tiempo pienso respecto a la cuestión que trataré hoy si bien voy a introducir un punto de partida para que después se entienda mi razonamiento. Desde que el hombre es hombre pienso, vivo en la certeza, de que ha dejado un país, o un mundo, mejor a la generación de los hijos.

En relación a los que rondamos los sesenta no albergo ninguna duda. Mi padre nació antes de la Segunda República, en una Monarquía en plena decadencia mientras presidía el Consejo de Ministros de la conocida dicta blanda el General Berenguer, lo que vino después se lo ahorro pues cada uno tiene su opinión al respecto.

Yo nací después de la, una migaja, aperturista Ley de Prensa y finalizando el Primer Plan de Desarrollo, en el inicio dela decadencia de la dictadura que desaparecería en mi infancia. Viví el franquismo pero no lo conocí por razones de edad.

Indudablemente si comparamos el estado de España al nacimiento de mi padre y el estado en de esa misma España no hay comparación cuando yo nací. Cierto que estábamos en un régimen autoritario pero al menos se comía. Ya no hablo de como estaba el país a principios de este siglo cuando falleció mi padre demasiado joven (los padres siempre mueren demasiado jóvenes y siempre quedan consejos y conversaciones pendientes) la comparación no se aguanta. Habían pasado casi tres cuartos de siglo.

La cuestión es ¿que país dejaremos los nacidos en la tardo dictadura e hijos de una democracia constitucional a nuestros hijos cuando les entreguemos el país?.

Hay varias cuestiones y respuestas que son obvias, en tecnología y sanidad no hay comparación; obviamente el tiempo corre a favor de las ciencias, si bien las horribles listas de espera que soportamos los ciudadanos van en contra de la eficiencia de esa sanidad que es la envidia mundial con profesionales formados en la excelencia que emigran en número importante a otros países de Europa donde son reconocidos social y económicamente.

Pero en cuestiones intangibles me temo que les dejamos un país peor del que recibimos. La sociedad está divida como cuando nació mi añorado Padre, se han perdido los principios y vivimos absortos por la tecnología; que decir del acceso a la vivienda que estamos dando a nuestros jóvenes, simplemente decir que la independización de estos comparada con nuestros vecinos del norte, no se sostiene, ni mediante alquiler ni mediante compra.

El gobierno aprieta a los emprendedores hasta la extenuación. Arrancar hoy día un proyecto empresarial es un acto de heroicidad; de un tiempo a esta parte pienso que la profesión del futuro es la psicología pues la presión y el estrés con que se vive en España nadie, en su sano juicio, puede soportarlo.

Cada vez se nos restringen más los derechos, cada vez más el Gobierno de la Nación es más intervencionista cuando el dinero público no existe, como dijo la Premier Thatcher solo existe el dinero de los contribuyentes y para añadir un dato más, España está quebrada, genera más deuda para pagar el vencimiento de la deuda anterior, como país nunca habíamos debido tanto.

Pero la catástrofe no termina ahí, el Gobierno quiere convertir la democracia en una autocracia con un único gran timonel que por cierto vende su dignidad a cambio de su poltrona a un delincuente que cada semana le humilla en las votaciones del Congreso.

Pero la última verdad que les voy a contar es que solo hay un organismo con medios muy superiores al resto. Cuando un país quiere que la hacienda pública tenga más medios y funcione mejor que la justicia es un país de gobernantes sátrapas. Vamos camino del barranco, vamos camino de ser un Estado fallido, y como les dije el otro día soy optimista.