Esta ha sido una semana intensa en la que he tenido la oportunidad de compartir muchos minutos con verdaderos mallorquinistas, no de los que presumen sino de los que sienten. No he encontrado ni uno que sea capaz de entender lo que ha pasado en el club, cuál es el proyecto de Robert Sarver ni por qué se metió en este berenjenal. Abro un paréntesis para mostrar mi asombro, que no sorpresa, por un “tiwitter” de Mr. Steve Nash, otro de los socios, celebrando un resultado del Tottenham.
La última de las hipótesis que me llega de uno de estos amigos y contertulios es que los americanos ya saben que han sido engañados, que les dibujaron un paisaje de color rosa, con un club estructurado, un ascenso a primera división por la viá rápida y una inversión rentable incluso a corto plazo. La realidad que se han encontrado es muy diferente: una sociedad anónima devaluada, una clasificación deportiva más próxima al descenso y una tesorería que se ha ido a pique en menos de un año.
Según la opinión de mi amigo, los accionistas han perdido toda esperanza ya no de recuperar el capital aportado, sino de que aquí no hay ni un euro a ganar. Tras su parada en Soria el pasado mes de diciembre, el cabeza de cartel habría adquirido conciencia del fracaso y a día de hoy contemplaría dos posibilidades: la venta del club o, si las cosas empeoran, su liquidación. Desde luego es un planteamiento pesimista, pero tan contrastado como cualquiera que los argumentos que se venden desde el mes de enero del 2016.
Si en cada aficionado se esconde un seleccionador en potencia, cada mallorquinista de verdad elabora una teoría y, a falta de transparencia, cualquiera puede ser válida.
Vale, han fichado a este chico del Girona y un serbio que no jugaba en el Olympiakos. Muy bien, encantado, Hace doce meses ficharon a seis y aquí y así estamos. Por ahora.