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Paisaje después de la batalla

miércoles 31 de mayo de 2023, 08:02h

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Un resultado mucho más holgado de lo que indicaban las previsiones y la extrema dureza de la campaña electoral parece haber supuesto para nuestro país una especie de sedante colectivo, tras poner a cada uno en el sitio que los españoles querían verle.

Sánchez, incapaz de afrontar el análisis interno de estos resultados, se ha sacado de la chistera una nueva cita electoral, que pospone su lapidación a manos de sus correligionarios. Lo escribí hace mucho tiempo, los socialistas van a triturar a Pedro Sánchez a la primera ocasión que se presente.

Con el único ánimo de defenderse de los suyos, el todavía presidente piensa que, ahora que el electorado ha acabado con Podemos, quizás pueda apostar a la ruleta una última vez y esperar que el votante se cepille también el proyecto comunista-pijo de Yolanda Díaz. Así, puede que Pedro el bello quede como único referente de la izquierda e intente seguir vendiéndonos las excelencias que le adornan, aunque pierda las elecciones y el gobierno por goleada.

Escuchaba ayer a Emiliano García-Page, único barón superviviente de la catástrofe socialista, entrevistado en Ondacero por Carlos Alsina, quien confirmaba que algunos en el PSOE van a dejar muy pronto de morderse la lengua por temor a ser purgados por el jefe. De hecho, ya han empezado a rajar. No es el caso, por cierto, de Francina Sánchez, siempre postrada ante su líder, y cuyo futuro barrunto que pasa por encabezar la lista socialista al Congreso por Balears, porque, definitivamente, no la veo llamando 'presidenta' a Marga Prohens ni ejerciendo una incómoda oposición que le va a suponer tener que aguantar carros y carretas democráticos. A ella, concebida políticamente sin mácula, que estuvo siempre en posesión de la verdad y de la moralidad de la que carecían sus adversarios, apestosos fascistas.

Algunos en la izquierda pensaron que lo que estaba en juego el pasado domingo no era el color de los consistorios, consells y govern, sino quién iba a ser el nuevo vencedor de la Guerra Civil. Ha sido absolutamente indecente el intento de polarizar a los electores, como si los votantes que dieron apoyo a los socialistas, a los populares, a los de Vox, el PI, Més o Podemos nos odiásemos mortalmente entre nosotros, como si aún estuviéramos en un conflicto entre las dos Españas de Machado. Y, afortunadamente, por más guerracivilismo que practiquen estos necios, la Guerra Civil terminó en 1939 y sus heridas, por expresa voluntad de los antes contendientes, sanaron, mal que les pese a algunos, durante la Transición, aunque quedasen cicatrices.

Los ciudadanos no clasifican a sus amigos, a sus vecinos o a sus familiares por su color político. Entre todos seguimos conformando este bronco e inexplicable país, y nadie con dos dedos de sentido común puede querer que eso cambie.

Solo espero que, a partir de ahora, el discurso sea otro, más constructivo, más patriota, más ciudadano, más leal, más mesurado. Aunque, para ello, quizás tengamos que esperar aún a que los socialistas se merienden a Pedro Sánchez.

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