Las fiestas de la Patrona de Palma, la Mare de Déu de la Salut, han sido un éxito rotundo, a pesar de los vaticinios sombríos de la oposición y de sus habituales coros vecinales críticos. Lo que la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Palma, Maribel Alcázar, calificó de “neofiesta privatizada” se ha convertido, sin embargo, en un símbolo de la recuperación del pulso cultural y festivo de la ciudad.
El acierto del equipo de gobierno del alcalde Jaime Martínez radica en haber interpretado correctamente la voluntad de los palmesanos: disfrutar de unas fiestas de verano aprovechando la celebración de la festividad de la patrona de la ciudad, recuperando una tradición que había quedado relegada.
La programación ha combinado tradición y modernidad, actividades para todas las edades y espacios que han permitido a los ciudadanos reconectar con la ciudad. La participación ha superado las expectativas, y el ambiente festivo ha llenado plazas, calles y barrios, ofreciendo una Palma viva y dinámica, capaz de generar orgullo colectivo.
Criticar por sistema resulta fácil, y la oposición lo ha demostrado al cuestionar la idoneidad y la autenticidad de estas celebraciones. Sin embargo, la ciudadanía ha hablado con hechos, no con palabras: la asistencia masiva y la implicación de asociaciones, comercios y vecinos evidencian que la apuesta del Ayuntamiento ha sido la correcta. Esta “neofiesta” no es una mera ocurrencia; es la respuesta a un deseo legítimo de vida social, encuentro y disfrute que muchos palmesanos ansiaban.
Esta “neofiesta” no es una mera ocurrencia; es la respuesta a un deseo legítimo de vida social, encuentro y disfrute que muchos palmesanos ansiaban
Palma ha ganado más que unas fiestas: ha recuperado confianza en su capacidad para organizar eventos inclusivos y atractivos, ha fortalecido su vida social y ha proyectado una imagen de ciudad dinámica y cohesionada. La Mare de Déu de la Salut ha dejado de ser un acto protocolario para convertirse en un verdadero referente de celebración colectiva, donde la ciudadanía ha tenido la última palabra. El equipo de Jaime Martínez ha acertado: escuchar y actuar según lo que la ciudad necesita sigue siendo la mejor política posible.
Palma lo ha demostrado: cuando se gobierna con atención a la sociedad, la fiesta deja de ser “neofiesta” y se convierte en éxito. Y hay que interpretar las desaforadas críticas de las entidades vecinales como lo que son, una pataleta producto de una rabieta infantil por no ser ellas las organizadoras de la fiesta. Se trata, una vez más, del vil metal.