Palma es una ciudad maravillosa y asombrosamente aburrida, o menos divertida de lo que debería ser. Cualquier pequeño pueblo peninsular tiene muchísima más actividad en sus calles cualquier fin de semana que la ciudad de Palma en plenas fiestas de cualquier época del año. Aunque no descubro nada nuevo, los que somos de aquí o los que residen aquí desde hace años saben a lo que me refiero. No me resisto nuevamente (porque he insistido en ello en mil ocasiones) a reinvindicar para la ciudad de Palma más ambiente en sus calles, más terrazas dónde disfrutar del excelente clima, más conciertos en cualquier rincón de la ciudad, más vida en resumen para una ciudad privilegiada que lo es, incluso, siendo aburrida.
De mi paso efímero, circunstancial y prescindible por la política me quedo con el esfuerzo titánico que me costo que se instalaran terrazas en el Borne y en las Ramblas pero así fue y sólo este objetivo conseguido compensa la dificultad de las incontables reuniones a todas bandas.
Ahora de nuevo el Consistorio navega entre dos aguas, intentando ir de más a menos y limitar los espacios ocupados por las terrazas.
Palma no sólo tendría que tener más espacio destinado a terrazas sino que debería ser obligatorio que esas terrazas unificaran su mobiliario para presentar una estética similar, adaptada en cada zona y barriada a las posibilidades del conjunto, falta calidad porque Palma se merece otra imagen. En Palma falta música en las calles, una ciudad repleta de artistas consolidados y sin consolidar, de estudiantes, deberían dinamizar cada rincón con sus actuaciones. Palma debería proyectarse al mundo a través del arte en un recorrido no lineal sino de abajo hacia arriba, dando oportunidades a los que casi nunca las tienen. Palma debería dar también una oportunidad a la moda, a la visualización de grandes firmas con desfiles cada sábado y domingo en el centro de la ciudad. Palma a fin de cuentas, una ciudad privilegiada, debería poder disfrutarse más intensamente, sin tantos remilgos ni tonterías porque ya está bien de que nos acaben dando lecciones quienes en realidad, no tienen capacidad para hacerlo.





