Palma sucia

Aceras de las calles de Palma llenas de suciedad y trastos. Ésta es la imagen que predomina en el timeline de mis redes sociales. Y que amigos tan dispares y sin ningún punto de conexión hayan compartido fotos con el mismo lei motiv (las ubicaciones cambian) no puede achacarse a la casualidad ni a un presunto contubernio judeomasónico contra EMAYA.

Algo falla por ambas partes. En la mayoría de los casos no se observa que los contenedores estén llenos, si bien también es cierto que no todos los trastos que han sido arrojados sobre la acera caben en los contenedores.

Tengo la sensación que no existe un incentivo hacia los ciudadanos que los anime a depositar sus desechos de la manera adecuada o a usar del servicio de recogida a domicilio. Y si bien es cierto que no tendría que hacer falta que nadie nos conminara a hacer una gestión responsable de nuestros residuos -vivir una semana tan sofocante como la reciente tendría que ser motivo suficiente de reflexión-, parece que hay mucho de Trump dentro de la ciudadanía palmesana y no se toma conciencia de lo importante que es actuar conforme a las 3R: reducir, reutilizar y reciclar.

Está claro que, si falla la educación y la concienciación, como parece que así es, hay que acudir a actuar por donde más duele. Sí, el bolsillo. Pero hay que hacerlo de manera efectiva.

Que en un momento en que se han anunciado fuertes multas para quien abandone trastos viejos sobre la acera nos encontremos con tal nivel de inmundicia por las calles de Palma, significa que esta labor punitiva de la administración falla más que una escopeta de feria. La sra Truyols tendrá que replantear su política medioambiental, porque la presente no está surgiendo efecto.

Anunciar tarifas para el servicio de recogida de muebles, electrodomésticos y trastos de gran volumen, y multas para quien no avise, es sinónimo de poner un cartel que diga: “tiradlo a escondidas”

Por lo tanto, si no hay efectividad en la imposición de tarifas y multas -porque tampoco hay un policía vigilando cada contenedor- puede que tendría que explotarse la opción inversa: premiar a quienes sí hacen una gestión responsable de los residuos.

Y ello debería de ser así porque quienes no actúan en observancia de estas normas de urbanidad y de sensibilidad medioambiental, lo que provocan es el desánimo en quien sí lo hace y en pensar que su trabajo de nada sirve. Por lo que bien se merecen (nos merecemos) una recompensa. He escuchado muchas veces que si reciclamos bajará el recibo del impuesto sobre la recogida de basuras. Yo aún estoy esperando esta bajada.

Supongo que esta bajada no llega porque, el problema radica en que, aunque se nos diga que reciclar es más barato, eso no es cierto. Lo más barato para las arcas públicas es la incineración, si bien es un tipo de ‘barato’ que al final nos saldrá caro.

Así es que, señores responsables, a pensar un poco, porque de momento nos llevamos un buen suspenso.

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