El comportamiento animal es curioso, sobre todo el de los seres llamados racionales. Desde pequeños solemos vivir acompañados de nuestros padres, hermanos e incluso abuelos y cuando alcanzamos cierta edad, compartimos piso con amigos, formamos pareja, tenemos hijos…Y completamos la feliz estampa familiar con otro animal de compañía, el amigo más fiel del hombre, el que no puede pensar pero sí ladrar.
Mi vecino de al lado trabaja en el mercado y sale de su casa a las cuatro de la madrugada, Kin es el único que sale a despedirle. El hijo de la señora del primero viaja continuamente por razones laborales y su querida madre se encarga del can que echa de menos a su amo y lloriquea toda la noche. Los Reyes Magos trajeron a los niños del tercero un cachorrito juguetón más ruidoso que ellos. En la terraza de una de las fincas traseras hay tres fieras de diferente raza y tamaño. En un pequeño balcón del edificio delantero han acomodado a un chucho que insulta a los viandantes. Y, uno de los habitantes del piso contiguo que han alquilado esta semana, aúlla como un lobo. Me refiero solamente a los perros que tengo ubicados alrededor.
La vida rutinaria y estresante que llevamos nos convierte en personas egoístas carentes de tiempo para dedicar a nuestros hijos o a nuestros mayores pero satisfechos de gozar del cariño y calor canino. No nos importan, en absoluto, las pertinentes molestias que puedan ocasionar los animalitos a otras personas. Tener un perro conlleva muchas responsabilidades, quizás la más importante sea su cuidado, pero también hay que pensar en los demás. Existen guarderías, cementerios y actualmente se habilitan playas para perros. No entraré hoy en discusión sobre este tema, solo les propongo que se pregunten a qué tipos de animales -racionales o irracionales- favorecen estos espacios. Me gustan los perros pero no me agradan las personas que estiman más a los animales que a otros de su misma especie. Lo siento, tengo que dejarles porque acaba de empezar el matutino Concierto Vecinal Perruno y no quiero perdérmelo. ¡GUAU!





