Pese al intento de Carme Forcadell de apelar a una supuesta institucionalidad de su visita a Palma, lo cierto es que resulta políticamente inexplicable que el president del Parlament de les Illes Balears, Baltasar Picornell, segunda autoridad en el protocolo autonómico, abriera ayer las puertas de nuestra asamblea a quien únicamente podemos considerar ya como expresidenta del Parlament de Catalunya y ciudadana investigada de gravísimos delitos contra el estado de derecho, precisamente en ejercicio de ese cargo.
Picornell está en su derecho de invitar a Forcadell a una torrada en su casa y a celebrar las Pascuas, si así lo desea, pero el Parlament nos representa a todos y ni siquiera la aritmética partidista avala con una mayoría la recepción.
De Picornell eran esperables meteduras de pata como ésta y muchas más, claro, la prudencia política, desde luego, no se explica en los talleres de carpintería metálica. Pero al menos sí le debemos exigir que actúe en nombre de todos los ciudadanos a los que representa desde su cargo institucional y no que se comporte como un hooligan, fanático de una facción minoritaria de su propio partido.
Forcadell está en Palma para la entrega de la distinción que la Obra Cultural Balear ha concedido a otros dos investigados en prisión provisional por la tentativa secesionista, Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, que, como lamentablemente ha sucedido en el caso de la OCB, han transformado entidades de defensa de la lengua catalana y la cultura propia en auténticas madrasas del independentismo y del odio hacia la misma idea de España.
El premio, sin embargo, no es gratis. La OCB se nutre en estos momentos de importantes sumas provenientes de instituciones catalanas, sin las cuales muy difícilmente podría financiar las campañas políticas de apoyo al independentismo. Así que se trata, en realidad, de llevarse bien con quien directa o indirectamente permite el sustento de la estructura. Desde luego, y para desgracia de los catalanoparlantes no afines a los delirios independentistas, la OCB actual nada o muy poco tiene que ver con la Obra que creó Francesc de Borja Moll el 31 de diciembre de 1962.





