En Madrid hay cuatro equipos de fútbol de primera división, Real Madrid, Athlétic, Leganés y Getafe, con otros dos en Segunda, el Rayo y el Alcorcón. En Londres cinco de la Premiére, Arsenal, Chelsea, Crystal Palace, Tottenham y West Ham, con otros tres en la Chamiponship, el Fulham, el Milwall y el Queens Park Rangers. Esto quiere decir que en la capital española se disputan seis derbys por temporada y en la londinense nueve con sus correspondientes idas y vueltas. En Palma, por desgracia más que por suerte, se celebra uno y parece que estuviéramos ante una final europea cuando la confrontación entre el Mallorca y el Atlético Baleares no alcanza cotas ni de enfrentamiento de barrio. El espectáculo que estamos dando es, desde luego, de lo más pueblerino. Así nos luce el pelo.
Ya hemos dicho que el mero hecho de que el Mallorca tenga que rebajarse a recibirle en Son Moix o, sencillamente a jugar en su misma categoría, es la máxima satisfacción del Atlético Baleares y sus seguidores. A ver si Ingo Volkmann, que sabe de la vieja rivalidad lo mismo que yo de ingeniería aeroespacial, ocupa su sitio en el palco o se va a dar saltitos con los suyos bajo un gorro de lana como si hubiera mamado leche blanquiazul de toda la vida. ¡Venga, hombre!.
Nada diferente podríamos decir de Maheta Molango que tuvo que prescindir de su asiento presidencial por no saber comportarse, según él mismo explicó al poco tiempo de su desembarco fatal. Al menos ha aprendido a morderse la lengua y las uñas, a tenor de lo que pudimos comprobar la semana pasada en el erial de Santa Eularia, en la vecina y sin embargo amiga isla de Eivissa.
Dicen los buenos entrenadores que si quieres saber cómo juega un futbolista, observes antes como entrena. Pues bien, yo digo que si quieres averiguar el fuste de un directivo te fijes en lo que hace en la grada. En este caso las apariencias no engañan.
