Por qué Ramón desnuda a Francina

La presidenta del Consell de Mallorca ni ha metido la mano en la caja ni se le conocen casos de corrupción, nada que ver con su antecesora. Pero Francina Armengol siempre está en el ojo del huracán del mundo de la política balear. Por algo será. Su ex compañero Ramón Aguiló la ha desnudado de arriba abajo, en este sentido, y la ha colocado en su sitio. Armengol, que no es una cualquiera -sucesora in pectore de Antich al frente del segundo partido de las Islas, no se olvide; esto es, de una organización que puede volver a gobernar en la Comunidad- juega a dos bandas en el campo de la política: milita en un partido de marcado carácter españolista y a la vez piensa, actúa y se siente agusto como nacionalista. La presidenta del CdM proviene de lo peor del nacionalismo, ERC. Los vínculos con este partido catalán siguen siendo estrechos y en especial con el Lobby per la Independencia. Asimismo, su hábitat natural es el feminismo más extremo y la progresía más rancia. Se halla, pues, más cerca de la izquierda más retrógrada que del socialismo moderado. Armengol juega, por tanto, con dos barajas: las del PSIB-PSOE cuando se sienta con Zapatero y sus compañeros del resto de España en la dirección nacional, por un lado, y la del nacionalismo identitario balear cuando se aposenta en Palau Reial, por otro. Una vela a Dios y otra al Diablo. Y como a veces ni con eso basta, una tercera al partido de conveniencia, UM. Por eso Ramón Aguiló, un socialista íntegro, la desnuda políticamente. “La señora Armengol es una nacionalista identitaria de una nación que no sabemos cuál es, jefa de filas de un partido que se identifica como español. Un disparate que buena parte de sus electores acepta resignadamente”. En efecto, unos electores que, escasos de principios, votan lo que les echen. La presidenta del Consell, como buena nacionalsocialista, es muy sectaria. A un empresario de marca le dijo recientemente que le comentara a su hermano que no le tocara la televisión. Se trata del medio más partidista de todos los que existen en Baleares. Parcial, de escasa audiencia pero de un revanchismo que en nada contribuye a la concordia de los isleños. Armengol está en contra de Nájera, y para combatirla ha recurrido al nacionalismo. “La reconversión (de la Playa de Palma) se tiene que hacer pensando en la identidad de Mallorca”, terció en la polémica. Y Aguiló se subió a ella y escribió: "Justifica así la procrastinación del plan aprobado (…) La razón verdadera es el acojono ante la rebelión de los vecinos a pocos meses de las elecciones”. Este discurso de los nacionalistas es calificado por el ex alcalde de Palma como “escurridizo”. Sostiene Aguiló, como tantos otros, que “la identidad es incierta (…) viene ligada a un territorio, una etnia, una cultura, una lengua. Es una foto fija e inamovible que se corresponde a un ilusorio e inventado paraíso sito en el pasado (…) cuando la identidad es un fotograma que pasa veloz”. La desnudez que de la política inquera hace Ramón Aguiló es total cuando escribe en DM: “He aquí que una política profesional que no ha demostrado hasta el momento mayor mérito que gobernar aliada con un partido corrupto, mirar hacia otro lado cuando tocaba Can Domenge y decir solemnemente naderías sobre identidades integrales (…) la identidad es la pócima de unos políticos mediocres que no resuelven los problemas acuciantes”. Tiene razones más que sobradas Aguiló para ponerla con el traserito político al aire. Esta chica jijiji vive de las siglas de un partido que su nutre de electores emigrantes -Son Gotleu, Son Rapinya, etc.- que no saben lo que es la cuestión identitaria y que votan a Armengol aunque ésta repudie la bandera bicolor que cuelga en sus balcones y fachadas.

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