No es cierto que la Segunda B sea una categoría igualada, al menos por lo que respecta al grupo III. Puede que anden parejos los dos de arriba y algo descolgado el colista, pero tengo la sensación de que de mitad de la tabla hacia abajo, todos calvos y entre los diez primeros tampoco hay grandes sorpresas. Por eso cuando se advierte del peligro del Atlético Saguntino hay más intención de curarse en salud por lo que pueda pasar, que de atender a la realidad. El propietario de Morvedre se ha mostrado muy vulnerable en su feudo de césped artificial y con un cierto equilibrio entre sus resultados como local o visitante. Vale que ha sido uno de los conjuntos que mejor sensación ha dejado durante su desplazamiento a Son Moix, sin olvidar que maquilló un resultado desfavorable más amplio en tiempo de prolongación. A su favor la aparente comodidad de su clasificación, sin opciones claras de entrar en play off, ni tampoco de caer hasta posiciones más comprometidas.
En condiciones normales, el Mallorca no debe perder. La baja de Xisco Campos no ha de influir más allá de alentar nuestra curiosidad por la identidad de su sustituto: José Angel o Núñez.
En cambio la ansiedad es uno de los enemigos a los que se enfrenta el Atlético Baleares. Recibe a un enemigo imprevisible, muy venido a menos en relación a los primeros compases del campeonato, tras desprenderse de algunos de sus jugadores más importantes e incluso de su técnico, Lubo Penev. Pero nada ha cambiado su estilo. Practica un juego más que alegre despreocupado que compensa con goles, su evidente fragilidad defensiva. Juega ajeno al resultado, lo cual le hace tan peligroso como franqueable. ¡Ojo!, los de Melgarejo necesitan ganar no solo para salir de la amenaza del descenso, sino porque la errática trayectoria del filial valencianista podría llegar a convertirle en un rival directo. Al tiempo.
