PP y PSIB, unidos por el corazón en Madrid

Comenzó la semana con la triste noticia del fallecimiento de Pedro Meaurio, el que fuera el primer director civil del aeropuerto de Son Sant Joan en el periodo 1979–1999. Vayan mis respetos y condolencias para sus familiares y amigos. Tuve la suerte de trabajar en el aeropuerto en la época de Meaurio. Entonces lo más chungo que te podía pasar es que tu nombre llegara al despacho del director. Mala cosa, no porque Meaurio fuera un bicho —que no lo era —, sino porque entonces aún se vivía una cierta disciplina militar en las compañías aéreas y de servicios, herencia del pasado y me atrevería a decir que necesaria para poner orden y hacer funcionar algo tan caótico como un aeropuerto. En las ocasiones en las que pude hablar con él me pareció un hombre educado, afable, de inteligente sentido del humor... Vamos, un señor. Todo ello me ha hecho recordar al también desaparecido Miquel Lliteras, el que fuera mi jefe en Spanair.

Eran hombres de otro tiempo, legendarios, diría. Los mallorquines estamos en deuda con ellos, con los pioneros de la aviación comercial, civiles y militares, hombres y
mujeres, comandantes, azafatas, capataces, ingenieros, mozos de pista, personal de handling... Ellos crearon el sector aeronáutico, vital para la supervivencia de nuestras
islas.

El verano está calentito... Estos días hemos visto fotografías y vídeos de turistas desmadrados: nazis gritando en homenaje al Káiser —que suena viejo y casposo como reivindicar a Fernando VII hoy en día—; un tipo intentando cagar subido a un pilón de cemento: otro en pelotas improvisando un etílico combate de boxeo con una papelera, que él sabrá qué le ha hecho; escoceses e ingleses a mamporros en la calle... Y con todo esto nos enteramos que la Policía Local sólo dispone de seis agentes por turno para patrullar las calles en la Playa de Palma. Dicen los agentes que no pueden garantizar ni su propia seguridad y culpan a la edil Angélica Pastor de «vender humo». Menudo carrerón lleva la Pastor: ha mosqueado a los funcionarios de Cort, a los bomberos, a los policías... Le recomiendo a la regidora pirómana que este verano, en lugar de irse de vacaciones a Torremolinos, se matricule en un cursillo de resolución de conflictos laborales. Otra opción es que los trabajadores municipales hagan un bote y le regalen un ejemplar de Cómo hacer amigos e influenciar sobre las personas de Dale Carnegie.

Para conflicto y feo, el rebote de las enfermeras de los centros sociosanitarios de los hospitales del IB-Salut. Están cansadas de que les abandonen a los abuelos en los hospitales y de que pacientes y familiares las traten a patadas. Les dicen de todo menos guapas. No es una situación nueva ni se limita a los sociosanitarios, se da en toda la sanidad. Me pregunto qué pueden hacer los políticos, pero sobre todo me pregunto qué podemos hacer nosotros, qué ha pasado para que nuestra sociedad se asemeje a un festín de hienas en el cráter de Ngorongoro.

Pronostiqué la semana pasada —no era muy difícil, la verdad— que volveríamos a hablar de tauromaquia y de sa Feixina. Ya se ha dado el primer paso para la redacción de la llamada «ley de toros a la balear» y dicen que sus señorías van a trabajar en verano para sacarla adelante. Ya me va bien que trabajen, pero que se dejen de monsergas. Esa ley lo que pretende no es regular los festejos taurinos sino imposibilitarlos de facto con una legislación estrambótica y fraudulenta. La ley es ley, pero no debe esgrimirse como un martillo para arrearle en la cabeza a quien no guste al político de turno. Eso, lo llamen como lo llamen, es una perversión del estado de derecho. En cuanto a sa Feixina hemos visto al Consell de Mallorca dar largas al asunto, sabedores que derribar el monolito en contra del dictamen de los informes técnicos sería un flagrante delito de prevaricación. Hasta el kamikaze Toni Noguera ha reculado para pasarle la pelota a Miquel Ensenyat y anunciar que el Ayuntamiento de Palma hará lo que diga el Consell.

El colmo de la esquizofrenia municipal es que mientras Noguera se lavaba las manos después de que le faltara echarse a la montaña pico y pala en mano, Cort anunciaba la preservación de 162 inmuebles de la ciudad por aquello de «conservar el patrimonio». Parafraseando a Orwell podríamos decir que todos los patrimonios son iguales, aunque unos son más iguales que otros.

Nos ha sorprendido que por una vez en muchos años el PSIB y el PP hayan colaborado en Madrid. Sí, así ha sido. Nuestro senador y expresidente Francesc Antich nos dio un susto cuando sufrió un jamacuco en el pleno del Senado. Los allí presentes se temieron lo peor pues aquello tenía pinta de infarto. Hasta que llegó el Samur para evacuarlo al hospital fue atendido por José Ramón Bauzá, también senador y expresidente. Bauzá se ha convertido en una especie de ángel de la guarda. He perdido la cuenta de sus auxilios a enfermos en aeropuertos, aviones y ahora el Senado. Lo de Antich parece más un susto que otra cosa, por fortuna. A Xisco le deseo que se reponga lo antes posible y a Joserra que siga ejerciendo de buen samaritano. A ver si toman nota y colaboran en más cosas, sin ambulancias de por medio y en interés de los ciudadanos de Baleares.

En verdad ha sido una semana rara. El calor sofocante y los discursos maratonianos de Pablo Iglesias en plan Fidel Castro tampoco ayudan a templar las neuronas. Qué tío más plasta, ¿nadie le ha dicho que lo de rajar tres horas en el Congreso es cosa de Corea del Norte? Y por si fuera poco, nos endosó dos horas de bola extra de su churri. Poques feines…

Cuando tengan a bien leer estas líneas espero estar con mi santa esposa comiendo en un restaurante de esos de servilleta de tela. Cierro la semana celebrando el vigésimo tercer aniversario de nuestra boda. Aunque esa, es otra historia.

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