En medio de las informaciones sobre la campaña electoral, tal vez haya tenido tiempo de darse cuenta que mientras hemos enviado algunos aviones de combate contra el malo de Gadafi, aquí no reacciona nadie ante las matanzas de sirios en el país de la dinastía Assad. La familia que gobierna en Damasco aplica la mano dura con absoluta ferocidad, matando de forma despiadada, mientras Occidente mira hacia otro lado. Ni Sarkozy, ni Obama ahora en otros fregados, ni Merkel, ni Cameron ni, por supuesto, Zapatero, se han dado cuenta de lo que sucede. Y uno, desde fuera, por supuesto, se pregunta qué tendrá de diferente la tremenda dureza de Damasco con la de Trípoli. Y sólo me quedo con una respuesta que me llena de vergüenza: el petróleo.
