No sólo me ha pasado a mi el haber recibido de un amigo de Centroeuropa la pregunta paternalista de “¿Estás bien? sabemos que lo estáis pasando mal…” a lo que me he preguntado en mis adentros si en Alemania, Holanda, Dinamarca o Suecia nos identifican con Sudán del Sur. Lo que está claro es que la imagen que proyecta España hacia el resto de Europa no es precisamente positiva, sobretodo en el plano socioeconómico. Por ello intento responder con diez hechos a la pregunta de qué imagen damos.
Primero. Sin trabajo. En política comparada siempre circulan datos sobre los índices del paro en los distintos estados de la UE. Como sabemos, las cifras españolas, aunque van mejorando, son de las más paupérrimas si atendemos al número de familias con todos sus miembros desocupados y al del número de parados de alta duración. En todo caso, resulta curioso que en España no se consigue bajar del 15% de paro ni siquiera en momentos de bonanza económica.
Segundo. Nos gusta más la fiesta que trabajar. No hace mucho se hizo viral un reportaje de una televisión alemana en la que un periodista estaba en la puerta de una administración pública interrogando a un número considerable de funcionarios a qué hora empezaba su jornada laboral y el motivo por el cual llegaban tarde. Se cuestionaban por qué Alemania tenía que rescatar a un país en el que hay trabajadores públicos que cobran horas que no trabajan.
Tercero. Poco formados. Seguro que piensan que en España no sabemos idiomas, sobretodo cuando se divulgan imágenes de nuestro presidente del Gobierno aislado en las reuniones del Consejo Europeo por el hecho de no entender ni hablar inglés o francés.
Cuarto- Corruptos. En cualquier estado de la UE no hubiera aguantado en la presidencia del Gobierno quien ha sido apuntado con el dedo por el cobro de sobresueldos provenientes de comisiones aportadas por empresarios a su partido político. En España sí, y sin despeinarse. Aunque exista la presunción de inocencia, en los otros países se dimite. Aquí no sólo no dimitimos sino que nos presentamos a la reelección. Somos reincidentes en ello.
Quinto.- Poco demócratas. ¿Por qué tanto miedo a que la gente se exprese? no sólo se ha aprobado una ley bautizada como “mordaza” (Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad ciudadana) sino que se retrasa la fecha de las elecciones generales a conveniencia partidista y, a diferencia de los británicos, se hace todo lo posible para que una comunidad histórica no pueda manifestar en las urnas su voluntad de cara al futuro. Es más, el pavor a que los comicios den un revés, queda patente al no querer iniciar una reforma del Título II de la Constitución para eliminar la preeminencia del varón sobre la mujer en la sucesión a la jefatura del estado todo porque ello supone la convocatoria de elecciones.
Sexto. Famélicos. Y hablando de la Corona, a buen seguro que más de uno después de ver a nuestra monarca consorte piensa que en España no tenemos buenos alimentos y nos morimos de hambre. Ah, y si ella es nuestra primera embajadora de la moda también vamos apañados.
Séptimo. Puerta de entrada. Lo que diré a continuación no quiero que se coja como una manifestación racista sino como la constatación de un hecho judicial. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha apercibido a España en una sentencia de abril de 2015 de que no puede dispensar a los inmigrantes ilegales mejor trato de lo que lo hace por ejemplo Alemania en lo referente a la Directiva de Retorno, esto es, España tendría que imponer menos multas y expulsar más.
Octavo. Energías renovables vetadas. Aún teniendo claro que el petróleo no es el futuro debido a su naturaleza finita, todo son pegas a la implantación de métodos alternativos de creación de energía, sobretodo en lo referente a las placas solares. Ya sólo nos falta que las velas lleven un impuesto para que desistamos de comprarlas.
Noveno. Coto de diversión turística. Lo vemos en Magaluf y Playa de Palma. Los guiris ingleses y alemanes se pasean por las calles y locales haciendo todo lo que no está permitido en su país. Y aunque tenemos claro de boquilla que es necesaria una reconversión turística, no somos capaces de soportar unas estadísticas que digan que hemos recibido menos turistas a pesar de haber obtenido una mayor caja de resultados.
Décimo. Retraso. Y para colmo debemos de ser de los únicos que no nos atrevemos con los coches automáticos (me incluyo).



