Tras saberse por boca del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, que los móviles del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la ministra de Defensa, Margarita Robles, fueron infectados con el software espía israelí Pegasus, el Govern de les Illes Balears se ha puesto celoso y ha anunciado que revisará los móviles de sus altos cargos para saber si ha habido posibles espionajes con el programa Pegasus. De hecho, la Dirección General de Innovación y Administración Digital ya ha contactado con el Centro Criptológico Nacional para recibir instrucciones de cómo revisar los celulares de los dirigentes de la Administración autonómica.
Cualquiera puede entender que las conversaciones de la consellera de Serveis Socials o de Agricultura, por citar dos ejemplos, es algo que cualquier potencia extranjera u otra autonomía rival ansía conocer y estaría dispuesta a hacer cualquier cosa por apoderarse de sus secretos.
Pero las cautelas para evitar espionaje electrónico no deben quedarse en el ámbito del Govern y deben esparcirse al resto de administraciones. También los consellers insulars tienen Smartphone y también ellos manejan informaciones secretas, y sería muy peligroso que cayeran en manos de cualquier desaprensivo. Imaginemos que las conversaciones que haya mantenido, por decir alguien, el director insular de Política Lingüística, acabasen siendo conocidas por el enemigo. Sería dramático.
Lo prudente es que el Govern, con el protocolo que le facilite el Centro Criptológico Nacional, dependiente del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), revise incluso los móviles de los alcaldes, de los concejales y de las empresas municipales. Descartemos que Pegasus haya sustraído información sensible de cualquier autoridad pública. Y de cualquier particular, que vaya usted a saber si la red de espionaje tejida por no se sabe –ni se podrá saber jamás– quién, ha sido usada masivamente para obtener información secreta de cualquiera de nosotros, con la que subyugarnos.
De la ingente información (metadatos) que sobre nosotros captan y recopilan miles de empresas y organismos públicos y privados, con los que alimentar los dispositivos de inteligencia artificial que predicen desde nuestros desplazamientos hasta nuestros hábitos de consumo, y que lo hacen con nuestra autorización al visitar webs y autorizar cookies; o al instalarnos aplicaciones de móvil; o al usar google maps; o con algo tan sencillo como ver la tele desde una plataforma audiovisual en nuestra propia casa; de esa nadie se queja.
¿A usted no le ha sucedido que sin más ni más, su móvil o su asistente de voz en casa, se pone a hablarle sin más ni más? Y ahora estaremos meses obsesionados con que nos espían. Mira tú.