En cualquier país democrático de nuestro entorno, donde el presidente del Gobierno y la secretaria general de su partido que, además, es presidenta de un Gobierno autonómico, estuvieran siendo acusados por quien fuera el responsable de las finanzas de su partido durante 20 años, de financiación irregular, de recibir donaciones ilegales en dinero negro de empresarios y contratistas, y de repartir sobresueldos entre los capitostes del partido, el Gobierno estaría haciendo las maletas. Los ministros más decentes primero (si es que queda alguno decente, excluyendo a Ana Mato, claro está), presentando su dimisión uno a uno, hasta dimitir el Ejecutivo en pleno. En España no, porque no es un país normal, como ya se sabe. Aquí el Gobierno se niega a comparecer en el Parlamento para dar explicaciones y los diputados del partido mayoritario, sobre el que tantas sospechas se ciernen, bloquean cualquier control del poder Legislativo. Y las comparecencias ante los medios de comunicación o son trucadas con preguntas pactadas, o se hacen directamente sin preguntas y a través de un televisor de plasma. Para colmo, el presidente bajo sospecha se erige como adalid de la estabilidad y de la recuperación económica en una comparecencia de prensa trucada. Como en cualquier república bananera.
Afirman los dirigentes del PP que la demostración de que Mariano Rajoy no ha cedido al chantaje de Bárcenas es que precisamente su ex tesorero está en la cárcel. Pero eso es tanto como admitir que existe realmente un chantaje y lo procedente es explicar los detalles de con qué está siendo uno extorsionado, justamente para neutralizar la extorsión si no se tiene nada que ocultar. Rajoy afirmó en marzo no sentirse chantajeado en absoluto. Ahora ya sí se siente chantajeado por un “presunto delincuente”. Hasta hace pocas horas los populares decían sentirse muy tranquilos por lo que Bárcenas pudiera contarle al juez Ruz.
No se explica por qué motivo los actuales dirigentes del PP defendieron a capa y espada a su ex tesorero hasta que fue imputado en la trama Gürtel. Hasta que eso sucedió, no le obligaron a dimitir de su cargo de senador. ¿Por qué tras su imputación, tuvo que dejar la tesorería del partido pero continuó cobrando 23.000 euros mensuales y manteniendo despacho, secretaria y coche oficial con chofer en la sede nacional del PP en calle Génova 13? Es lícito pensar que en esas circunstancias, Bárcenas continuaba teniendo alguna responsabilidad. ¿Por qué lo ocultaron a la opinión pública y cuando fue descubierto, María Dolores de Cospedal inventó aquella ridícula teoría de la “indemnización en diferido”? Quizás lo que pagaban era su silencio… ¿Por qué estuvieron pagando con dinero del partido a los abogados de Bárcenas, quienes cuando él cambió de estrategia y acusó al PP de financiación ilegal, renunciaron a su defensa? Seguramente para tenerlo controlado y para que no hablase de más… ¿Por qué el PP estaba personado como acusación popular en el caso Gürtel, mientras se dedicaba a defender a Luis Bárcenas y a su mujer, Rosalía Iglesias, lo que motivó su expulsión de la causa? ¿Por qué Rajoy pedía fortaleza a Bárcenas por SMS cuando ya se sabía lo de sus millones de dinero negro ocultos en Suiza? ¿A qué darle ánimos y pedirle tranquilidad? Todo esto que ha sucedido es la prueba inequívoca de que el PP sí estaban cediendo al chantaje de Bárcenas y comprando su silencio. Lo hizo durante muchos meses, pero no fue suficiente y cuando se ordenó su ingreso en la cárcel, Bárcenas explotó con las consecuencias que todos conocemos.
El lema preferido de Rajoy, el leitmotiv de su acción política, está escrito por él mismo en uno de esos SMS que envió a Bárcenas: “Al final la vida es resistir y que alguien te ayude”. Esto es lo que habitualmente ha hecho Rajoy. Pero la situación, aunque estemos en julio y media España esté de vacaciones en la playa y que la actividad política y parlamentaria sea prácticamente nula, es de tal gravedad que se ha convertido en absolutamente insostenible para el viejo PP. No hay país que pueda soportar tener a su presidente del Gobierno bajo sospecha de corrupción y enrocado sin dar explicaciones públicas, rehuyendo al Parlamento. Ni a buen número de los dirigentes del partido que lo sustenta acusados por quien fue uno de ellos hasta hace muy poco. La situación así es inviable.