El ranking anual de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública sobre los Servicios Sanitarios de las CCAA nos coloca, en el año 2013, en el cuarto lugar. En el cuarto lugar empezando por la cola.
El estudio se realiza desde hace 11 años aplicando la misma metodología, evaluando las mismas variables y con idéntico proceso de valoración. Una parte considerable de analistas sanitarios trasladan sus dudas sobre el peso aplicado a las variables estudiadas y vislumbran cierto grado de sesgo político.
Del análisis del estudio se puede afirmar que mide la eficiencia con dificultad, no contempla las mejores prácticas ni de forma expresa los resultados en salud.
Algunos indicadores, como el número de camas por unidad de población, son discutibles. Podrían ser valorados en sentido contrario. La asistencia sanitaria eficiente precisa menos camas. Se caracteriza precisamente por el aumento de los porcentajes de ambulatorización de procesos. El propio desarrollo de innovaciones orientadas a potenciar las prácticas mínimamente invasivas, claramente coste-efectivas y de mayor calidad liberan camas hospitalarias. Más, no siempre es mejor.
Tampoco contempla las singularidades intrínsecas de los distintos servicios de salud, el peso de la tradición en la definición del modelo, ni estima el valor añadido de la diversidad. Sin embargo, nadie discute que es un estudio riguroso, reproducible, que se está convirtiendo en referencia y que obliga a la reflexión colectiva. Facilita la autocrítica y con ella los elementos de mejora.
Cuando analizamos las distintas variables evaluadas observamos que entre los indicadores medidos, nuestros centros sanitarios, el número de profesionales, los recursos disponibles, la alta tecnología…, ofrecen buenos resultados. En los últimos dos lustros, hemos experimentado un sustancial crecimiento en medios y recursos. Incluso, cuando analizamos los recortes económicos observamos que el mayor peso lo soportan las nóminas de los profesionales.
Los apartados que lastran escandalosamente nuestra valoración son esencialmente dos. En este estudio, dos y sólo dos son los valores que nos envían a la parte baja de la clasificación, los que nos mantienen en la cola.
En primer lugar el derivado de la valoración de la opinión ciudadana en las encuestas de salud. Los ciudadanos responden que la asistencia sanitaria se ha deteriorado. Opinan que la percepción que tienen sobre la calidad de la asistencia se ha reducido de forma manifiesta.
En segundo lugar la situación de las listas de espera. Las esperas en consultas externas y exploraciones complementarias han aumentado de forma ostensible.
El deterioro se identifica a partir de 2011. Muchos opinan que el menoscabo tiene responsables directos. En un solo año se hundió la actividad y se quebró la confianza de los ciudadanos y de los profesionales en el sistema sanitario. Los resultados de una gestión percibida como nefasta se arrastrará durante años. La tendencia de mejora que se inicia en la segunda mitad del año 2012 no es suficiente para que se aprecie en el informe de 2013.
Es mucho más fácil destruir que crear y sus efectos se alargarán durante varios ejercicios. Las partidas para la autoconcertación, la utilización de los hospitales por la tarde y la recuperación de la carrera profesional son tres elementos que pueden permitir la inflexión definitiva hacia el crecimiento y mejorar nuestra valoración comparada. Estamos hablando de unas medidas fáciles de aplicar y que no superan el 3% del presupuesto. Marcarían de forma clara la mejora de la motivación profesional y de la productividad y con ellas la recuperación de la confianza ciudadana. Ahora, es solo un tema de prioridades.