Rato en Suiza

El juez  Serrano Arnal que investiga a Rodrigo Rato por delitos de fraude fiscal, blanqueo de capitales y corrupción entre particulares ha decidido dejarle en libertad después de tomarle declaración durante tres horas. El caballero Rato no dormirá en ninguna celda, pero le han impuesto algunas medidas cautelares entre las cuales se encuentra la retirada de pasaporte y la obligación de comparecer en el juzgado una vez al mes.

Los medios de comunicación españoles han destacado en sus titulares que “Rato se queda sin pasaporte pero podrá ir a Suiza”. A primera vista, en una primera lectura de esta noticia, la gente puede pensar que, aún con el documento retirado, el juez ha concedido al imputado que presidió (¡ole tus huevos!) el Fondo Monetario Internacional – entre otros muchísimos cargos de gran enjundia política y pecuniaria- un permiso especial para visitar el montañoso país alpino, eterno paraiso neutral, caja fuerte de ingentes fortunas azarosas, edén chocolatero, constructor de relojes (con cucos y sin ellos) y espacio geográfico con cuatro lenguas en perfecto estado de revista.

Pues, no, señores: el juez no ha mencionado, para nada, la posibilidad de que el exvicepresidente del gobierno español (bajo la tutela de José María Aznar, acólito de Bush junior) viaje, con un visado especial, a Suiza; pero resulta ser que para darse un garbeo por Suiza no es necesario ningún pasaporte en el caso de que uno participe  de un estado miembro de la Unión Europea. Es decir, gracias a un tratado bilateral entre la U.E y la Confederación Helvética, cualquier ciudadano de la U.E puede trasladarse a Suiza con solo el D.N.I. O sea que, el señor Rato, además de poder disfrutar de los encajes de bolillos belgas, de la pasta sciuta napolitana, del canabis holandés, de las suecas de Suecia, de las salchichas germánicas o de la catedral de Budapest, se podrá permitir, cuando le de la real gana, contar los fajos de billetes de curso corriente que posee, según todos los indicios, en la banca suiza, banca de gran prestigio donde las haya y donde la frase infantil “secretos en reunión son de mala educación…” no tiene ningún significado especial.

Yo había oido decir – no sé si fue cierto- que a Cristóbal Colón, los reyes Catódicos (perdón, Católicos) le retiraron el pasaporte por el hecho de ser judío…pero no le impidieron embarcarse cuando a él le apeteciera. Agarrándose a esta triquiñuela legal, Colón alquiló unas carabelas y se marchó a las Indias dispuesto a aniquilar aborígenes (conquista), a gozar de sus mujeres (derecho de conquista), y a robar todo aquello que reluciera más que el sol (requisado por conquista).

El ínclito señor Rato tiene, además, cinco días para entregar su pasaporte; vamos, que le sobran días para arrasar Singapur, las islas Caimán o las mismíssimas Bahamas; y luego, pasados estos cinco días, ya podrá visitar su amada Suiza con total impunidad. No podrá, eso no, oir misa en Maputo, jugar a la petanca en Bangla Desh o romperse la crisma en el Himalaya. ¡Qué injusto!

Hace un par de semanas, una juez, magistrada en este caso, dictó una sentencia en firme (sin medidas cautelares ningunas y sin posibilidades de recurrir a otras instancias judiciales) por la que obligó a un ciudadano español a ingresar en prisión (ya no preventiva) a causa del robo de una bicicleta; cierto que el vehículo era de dos ruedas…y eso ayuda… Total: dieciocho meses.

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