No, aunque les parezca mentira no voy a hablar de Luis Enrique, el entrenador del Barça. En este asunto sólo aportaré que las opiniones podrán gustarnos más o menos, estar o no de acuerdo con ellas pero nunca son gratuitas, al contrario que las informaciones, que sí pueden serlo o los remitidos, es decir inserciones publicitarias directas o veladas, cada día más abundantes. Si esto aclara lo que pienso del personaje y a alguien le interesa, bueno. Si no, añadiré que hace tiempo que me curé de espantos respecto a gentes que practican la profesión periodística e incluso más de un periodista, que no es lo mismo. Si alguna vez sentí la tentación corporativista, he dejado de caer en ella.
Cambio de tercio. Observo que hay quien se escandaliza porque a Jorge Lorenzo le ha caido con Ducati un contrato de veinticinco millones de euros en dos años. No conozco lo bastante el mundillo del motociclismo como para valorar la decisión de cambiar de escudería que ha tomado el mallorquín. Es mayor de edad y ejerce su derecho y su libertad. Me parece perfecto. Además prefiero que no tenga a Rossi como compañero, es un decir, de equipo. Il Dottore se apeó de mi caballo o de mi burro, qué más da. Pero esta buena cantidad de billetes morados no es comparable con los que perciben endiosados futbolistas que, a diferencia del piloto, no han ganado un Mundial ni jugando en equipo. Y ya no me refiero a los cristianos, messis y neymares de la estratosfera, sino a futbolistas bastante menos influyentes, por no hablar de tuercebotas que no han pasado de segunda división. En términos comparativos, por supuesto.
Tampoco me consta que el tricampeón mundial pague sus impuestos en el País Vasco, como hicieron otros, o tenga sociedades “offshore” en Panamá, que no digo que no ni que si. Creo que, sea como fuere, hay que estar muy seguro de uno mismo para mandar a una marca como Yamaha a freir espárragos pese a tener que disputar toda le temporada 2016 bajo su bandera. Y, al hilo de la filosofía de Toni Nadal por aquello de que “no tiene tanto mérito pasar una pelotita por encima de una red”, tampoco debe ser gran cosa montarse en una moto a gran velocidad para dar vueltas sobre un asfalto perfecto, aunque tiene más riesgo. Ambas cosas, como otras, se pagan a precios desorbitados. Ambas. Pero nadie rechaza tan generosos premios. Nadie.






