Reflexiones bajo la nieve

He estado toda la semana pasada en Andorra, en un viaje que se suponía de relax y tranquilidad y que ha acabado siendo, en efecto, de relajación total, ya que desde el viernes nos quedamos encerrados en el apartamento, debido a la tremenda nevada que se nos echó encima, tres días y tres noches nevando sin parar. Debido a que estábamos alojados en Ransol, llogaret cercano a El Tarter, muy arriba de Andorra, casi en el inicio del puerto de Envalira, en una zona elevada a la que se accede por una empinada carretera secundaria que ha estado permanentemente cubierta por la nieve y teniendo en cuenta mi escasa experiencia en conducir en esas condiciones y los numerosos vehículos que veíamos desde la terraza que iban quedando bloqueados en las cunetas y necesitaban de la asistencia de grúas para salir del atolladero, no nos hemos movido durante los tres días.

Así pues, he tenido mucho tiempo para leer, para ver las noticias en los canales de noticias de 24 horas, CNN International, BBC World, Canal 3/24 de TV3 y las cadenas españolas, así como  para dejar vagar el cerebro. En el panorama noticiero lo habitual: la guerra (sí, guerra) de Ucrania, los primeros escarceos del nuevo gobierno griego en su ineludible negociación de la situación de su deuda, la guerra de Siria, la demostración de fuerza de Podemos, el autocomplaciente triunfalismo económico del gobierno español, la desesperada ofensiva del PSOE contra Podemos y la omnipresente cuestión catalana.

En el tema catalán, junto a las consabidas  e inamovibles posiciones de unos y otros, ha aparecido desde alguien de las filas del PP un argumento que no vale ni para una tertulia de café. Vendría a decir, junto a la consabida letanía de que los estados pequeños no son viables o están condenados a sobrevivir con dificultades estructurales irresolubles, que las naciones sin estado deben conformarse, puesto que la organización europea tiende a la unión. Y remataba con la pregunta: si no se quiere ser catalán y español, tampoco se puede ser catalán y europeo.

El tema de la viabilidad de los estados pequeños y de sus posibilidades de desarrollo con cotas muy elevadas de bienestar para sus ciudadanos se contesta por sí solo mirando el mapa de Europa: Noruega, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Holanda, Luxemburgo, etc. De hecho, muchos teóricos opinan en este momento que la necesidad de estados muy grandes y muy poblados  ha desparecido, y que estados medianos y pequeños bien organizados y gestionados pueden ser más beneficiosos para sus ciudadanos que los grandes.

En cuanto a la UE, no es cierto que tienda a la unión, basta con ver el celo que ponen los estados en afirmar que son ellos precisamente los que la forman y conforman, de modo que todas las decisiones dependen, en última instancia de ellos. Las naciones sin estado no tienen ningún papel en la arquitectura institucional de la UE.

Y lo de que si no se puede ser catalán y español tampoco catalán y europeo es simplemente una broma de mal gusto. Los catalanes son europeos igual que cualquier otro pueblo del continente y eso no cambiará tanto si forman parte del estado español, del francés, del italiano, o disponen de un estado independiente.

Una de las cosas en que el visitante repara cuando llega a Andorra es que, a pesar de que el catalán es la única lengua oficial del país, su presencia pública es poco aparente. Se oye hablar en español, en portugués , en francés y en catalán a los turistas catalanes y baleares, pero en la mayoría de tiendas y establecimientos pocas personas se te dirigen en la lengua de Verdaguer, con excepción de las farmacias, donde sí que te atienden de entrada (casi) siempre en catalán. He recordado que hace unos años, charlando con unos colegas microbiólogos andorranos, comentaron que si la lengua oficial de Andorra fuera aquella con más hablantes en el principado, sería el portugués.

Sin embargo, no lo es. La única lengua oficial es el catalán y los andorranos, aunque son minoría en su propio país, son los únicos, por supuesto, que deciden. Son los que votan, son los que son elegibles para el parlamento, para formar gobierno, para ser policías, fiscales, jueces y ocupar todos los puestos relevantes de la administración. La constitución, las leyes, las sentencias judiciales, las comunicaciones de la administración, la rotulación viaria, la televisión y la radio andorranas y, en definitiva, toda la actividad pública oficial, están exclusivamente en catalán. Andorra, por tanto, aunque sea un micropaís, es ejemplo de que una nación, aunque sea pequeña, solo puede ejercer plenamente su soberanía si dispone de un estado propio.

En cuanto al tema más prosaico, pero muy importante, de las necesidades alimentarias,  por fortuna hay en la misma urbanización un restaurante más que digno, regentado por un portugués, que también ejerce en los fogones y en las brasas, que nos ha permitido solventar con nota la cuestión de la pitanza. Merece especial mención un extraordinario bacalhau grelhado, un bacalao a la brasa tal como lo hacen en Portugal, con unos cortes procedentes de bacalaos de gran tamaño, importados del vecino ibérico, consistentes en lomo y ventresca, imprescindibles para resistir el asado a la brasa y quedar jugosos y melosos, cosa imposible con bacalaos más pequeños. También es destacable una sopa verde, realizada con una col específica, muy sabrosa y delicada. En fin, ya lo dijo el sabio, las penas, con pan son menos.

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