132 . La aritmética de este número tan denostado en el imaginario colectivo nos sitúa en lo que supondrá el derribo de Sa Feixina. Una cantidad que, de encontrarnos ante un gobierno de signo contrario, ya contemplaríamos a media bancada rasgándose las vestiduras demagógicamente por destinar esta cantidad a crear una explanada en vez de dedicarla a servicios sociales.
Si la polémica de las terrazas se saldó con una consulta popular que arrojó un resultado aclaparador, no sucedería lo mismo si se sometiera a referéndum la continuidad del monolito. Los argumentos históricos, políticos y patrimoniales se entremezclan haciendo imposible un consenso.
Como es sabido, en tiempos de Aina Calvo (PSOE) se cambió la placa que homenajeaba a los tripulantes del Crucero Baleares, por otro de recuerdo a todas las víctimas de la Guerra Civil. Ahora parece no ser suficiente para los familiares de los que cayeron en defensa de una República que, a pesar de no haber sido un dechado de virtudes, al menos partía de una base democrática. En la duda queda si acciones como el derribo de Sa Feixina sirven para cerrar heridas o para abrirlas de nuevo.
En lo referente a la cuestión patrimonial, ver que ARCA y Patrimoni del Consell no se ponen de acuerdo en dilucidar si el monolito es de interés cultural y artístico ahonda la confusión de los que no tienen posición activa en ninguna de las partes enfrentadas. Quizás la inocentada del periódico Última Hora de que Christo había empaquetado el monumento no sería una solución descabellada para resolver el envite.
Un pensamiento que me ronda la cabeza cada vez que se habla de eliminar elementos provenientes de épocas recientes ignominiosas, es el de lo mucho que nos pesa que fueran eliminados en Mallorca elementos de las dominaciones romana, bizantina y musulmana. Si alguien contesta que no se puede comparar la dominación musulmana con la dictadura de Franco, cabe hacer un ejercicio de retrospectiva histórica y meterse en los huesos de los acompañantes de Jaume I el Conqueridor para entender que para ellos estaba más que justificado destruir todo cuanto olía a “moro”. Hoy nos lamentamos de ello.
