Sánchez quiere turistas chinos

Mientras sus lacayos isleños -pobre Negueruela- se desgañitan clamando por la necesidad del decrecimiento y en contra de la cacareada masificación turística, culpando de la situación a la siempre pérfida derecha, Pedro Sánchez se sacó ayer de su chistera -que no viene de 'chiste', aunque en este caso lo parezca-, en su no menos inútil reunión con la presidenta del Govern, Marga Prohens, la ocurrencia de que lo que tiene que hacer Balears no es ampliar su red ferroviaria o pedir mayor vigilancia de nuestras fronteras, sino promocionarse en extremo Oriente para atraer turistas asiáticos, a poder ser amiguitos de la cuerda del presidente, esto es, provenientes de apañadas dictaduras comunistas, mayormente.

A ver, hay que entender que el Estado -es decir, y para no marear la perdiz, el Gobierno- sigue siendo, a través de la empresa pública ENAIRE, el accionista mayoritario de AENA, y que el principal negocio colonial de Madrid en las Islas son los aeropuertos de Palma, Eivissa y Menorca. A ver si no para qué se va a gastar un ente estatal centenares de millones de euros en adecentar la pocilga aeroportuaria de Palma (sí, Sr. Melgar, por más que su nómina justifique que siga usted defendiendo vehementemente los intereses de sus accionistas, es una gigantesca pocilga, y los mallorquines, por ende, somos tratados en consonancia con ello), si no es para seguir exprimiéndonos los higadillos y llevarse la cruda pasta.

A Sánchez, al contrario que a los voceros del PSIB -incluyendo a su fiel Armengol- y a sus cándidos coleguis del soberanismo mallorquín, no le preocupa lo más mínimo ni la saturación, ni la gentrificación, ni la acelerada sustitución poblacional y cultural que padecemos los nacidos en Balears que, de momento, ya ha provocado que pasemos a ser una exigua minoría en nuestra tierra. A Sánchez, lo que le preocupa es buscar de dónde sacar la pasta que le va a costar al resto de los españoles el rescate y aseguramiento de su poltrona gracias a la virtual independencia fiscal de Cataluña.

Por consiguiente, nuestro sagaz y amado líder busca cómo meter en Mallorca, Menorca y Eivissa 40, 50 o 60 millones de visitantes que pasen por el aeropuerto y sus bonitos y saludables comercios, y qué mejor manera que acudir a un auténtico mayorista del producto demográfico y país verdaderamente democrático donde los haya como es China. Al fin y al cabo, enviarnos cada año veinte o treinta millones de chinos unos días no lo van a notar allí ni en el consumo eléctrico ni en el del papel higiénico.

Eso me recuerda aquel chiste que contábamos los boomers de niños, en el que un millón de chinos están jugando al fútbol en una cabina de teléfonos y el portero se queja amargamente de que le han metido un gol porque "me habéis dejado solo". (perdón, no pude resistirme).

En fin, a diferencia de Sánchez, al menos yo sí sabía que mi chiste era malo.

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