¿Han utilizado alguna vez la web del Senado? ¿Saben cómo es? Pues si no la han visto les recomiendo que lo hagan, aunque sólo sea por amortizar los 437.000 euros que costó en su día hace ya dos años. Sí, lo han oído o, mejor dicho, leído bien. Casi medio millón de euros.
Yo, sinceramente, alucino. No sólo por el precio que pagamos los españoles para tener operativa esta web, sino porque como usuaria no me puedo creer que haya tenido ese coste. Es una página web, sinceramente, de lo más sencillita. Imagino que, como con los disgustos, la procesión va por dentro y el encarecimiento se debe a una tecnología que se escapa a mi entendiemiento…
Sea como fuere, la cuestión es que nos ha costado un ojo de la cara. Algo que en su momento fue muy criticado. La respuesta a los ataques fue la siguiente. “hemos invertido en la democracia” dijeron. ¿Pero estamos locos o qué?
Para empezar no me cabe en la cabeza que una web informativa, porque eso es lo que es, cueste semejante barbaridad. Y en segundo lugar no puedo entender como en 2012, cuando ya llevábamos 4 años de crisis y la cifra de parados ascendía a 5 millones, nuestros gobernantes decidieran gastarse semejante barbaridad en una plataforma tecnológica de una institución cuya validez y necesidad hoy en día está más que en duda.
En fin, espero que dos años después la web en cuestión se haya convertido en una herramienta indispensable para los ciudadanos que justifique el alto coste que tuvimos que pagar. Pero, sinceramente, sospecho que la mitad de los que hoy leerán esta breve columna hayan tenido la necesidad de consultar la web del Senado ni una sola vez en su vida. Tal vez la web es tan necesaria como la institución en sí.





