Es admirable la rapidez con la que Junts per Sóller, la coalición de izquierdas que encarnaba la unidad de todos contra el PP, ha saltado hecha trizas. Ni un mes ha durado el emblemático proyecto común de la izquierda para desalojar al PP, que gobierna el municipio de Sóller con mayoría absoluta. Todo lo que se gastaron en logotipo, cartelería, página web y perfiles en redes sociales ya puede ir a la basura. El fracaso es antológico. El ridículo, absoluto. Su lema no ha podido ser más desacertado: “Junts pel canvi”. Lo de juntos, en absoluto; y capaces de materializar un cambio, más en entredicho que nunca.
Anunciaron a bombo y platillo que las formaciones políticas PSIB, MÉS, Podem y Esquerra Unida-Guanyem ponían en marcha una coalición municipalista de izquierdas como alternativa al PP. Finalmente y cuando ya contaban con una oferta programática común, se han producido “desavenencias internas" derivadas del reparto de candidatos y de los puestos a ocupar en la lista. Una vez más el reparto de poltronas ha sido el detonante de las hostilidades. Quienes presumían de tener “un projecte sòlid, un projecte obert”, han demostrado que de proyecto sólido, nada de nada.
Es posible que PSIB y MÉS concurran juntos a los comicios locales en Sóller, pero después de lo ocurrido es lógico dudar de la estabilidad que pueden ofrecer a los ciudadanos las coaliciones de izquierdas que están surgiendo con un único objetivo abiertamente declarado: desalojar al PP de las instituciones. Junts per Sóller ha fracasado antes incluso de empezar a trabajar, lo que resulta muy ilustrativo.