El pasado jueves disfruté con mis hijos pequeños del arte que nos brindaron Morante, Manzanares y Talavante en la Plaza de Toros de Palma de Mallorca. Por ello, a lo largo de esta semana, he sufrido todo tipo de amenazas e insultos por parte de los intolerantes que integran algunas asociaciones protectoras de animales.
La última ocurrencia de la minoría animal organizada entorno a esa asociación inquisidora llamada “Mallorca sense sang” (“sin sangre” de los toros… que no de las personas a las que desean clavar banderillas, acuchillar, etc.), es denunciar la entrada de aquellos que acudan con niños a la plaza, como hice yo el pasado jueves. Dicen, los que no tienen ni idea del toro de lidia, que los niños no deben presenciar esa “barbarie” que son las corridas de toros. A mi modo de ver, tendría más sentido que argumentaran la denuncia en la protección de los menores frente a las violentas manifestaciones de los de “Mallorca sense sang” a las puertas de la plazas. Que, incomprensiblemente, la Delegación del Gobierno sigue autorizando.
Partiendo de la falsa premisa de la “tortura animal”, los animalistas, y sus colegas que ahora ocupan las instituciones de gobierno de Baleares, alegan que el acceso de menores a las corridas de toros está prohibido por la ley autonómica 1/1992, de protección de los animales (Deben incluir a los niños en esta categoría…). Olvidan leyes y sentencias que han convertido la tauromaquia, manifestación cultural de primer orden, en uno de los espectáculos con mayor refrendo legal.
La Ley 18/2013, de 12 de Noviembre, para la regulación de la tauromaquia como patrimonio cultural dice en su preámbulo: “La tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural de todos los españoles en cuanto a actividad enraizada en nuestra historia y en nuestro acervo cultural común. El carácter cultural de la tauromaquia es indiscutible y merece ser preservado como un tesoro propio de nuestro país rico en culturas distintas. Resulta evidente que la tauromaquia como actividad cultural y artística requiere de protección y fomento por parte del Estado y las comunidades autónomas”
¿Quieren prohibir el acceso de la infancia a ese tesoro? ¿La forma de proteger y fomentar la tauromaquia es privando a los niños de su conocimiento, impidiendo su afición, y denunciando? ¿Quién está incumpliendo la legalidad vigente y usurpando competencias?
De triunfar los prohibicionistas los niños no entenderían, por ejemplo, a destacados autores que formaban parte de aquella izquierda civilizada, hoy perdida, defensora del arte y la cultura: Federico García Lorca afirmaba que “Los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo”. Ramón María del Valle Inclán: “Una corrida de toros es algo muy hermoso”. José Ortega y Gasset: “La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera resultará imposible comprender la segunda”. Enrique Tierno Galván: “El torero sigue siendo mítico y cuando expresa la valentía el entusiasmo reaparece”. Niños que no entenderán las hermosas poesías relacionadas con los toros como “La música callada del toreo” o “Verte y no verte” de aquel comunista llamado Rafael Alberti.
Al parecer, los “antitaurinos” desconocen que la nueva ley 10/2015, de 26 de mayo, protege la tauromaquia incluyéndola en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la que se refiere el artículo 16 de la Convención de la UNESCO. O que la ley 10/1991, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos, no establece prohibición alguna a la asistencia de menores a las corridas de toros.
Si tienen dudas no estaría de más que leyeran la sentencia del Tribunal Supremo 8933/1993, de 18 de diciembre, que reforzó el derecho de asistencia de los menores de edad a los espectáculos taurinos al declarar derogada la prohibición que en su día, en 1929, estableció la dictadura del general Primo de Rivera. Ay… esos dictadores a los que les encanta recortar derechos…
Prohibir la presencia de niños en la plaza sería tanto como prohibirles el acceso a la cultura y a una de las artes que producen mayor emoción, además de una intromisión intolerable en la esfera familiar y privada, con la pérdida de otro espacio de libertad. Por eso yo nunca obligaría a asistir a una corrida de toros a quien no tenga esta sensibilidad cultural y artística. Prima la libertad y el respeto.
Frente a las prohibiciones de los nostálgicos de Primo de Rivera, yo quiero para los niños: Arte, Cultura y Libertad. Como dijo Ramón Pérez de Ayala, uno de los llamados padres espirituales de la Segunda República: “Si yo fuese dictador en España prohibiría las corridas de toros, como no lo soy no me pierdo ni una”. Mis hijos no paran de pedirme cuándo les voy a llevar otra vez.