Si yo fuera rica sería una gran generadora de puestos de trabajo. Lo tengo clarísimo. Yo sería una de esas millonarias que invierte su dinero en dinamizar el mercado laboral.
Seguramente me volvería pobre enseguida pues no tendría ‘manías’, como se dice en mallorquín, a la hora de gastar pero, mientras la dicha durase, muchas personas tendrían trabajo gracias a mi: cocinera, peluquera, chófer, estilista, entrenador personal, personal doméstico y así unos cuantos más…
Los ricos, aunque en este nuevo panorama político que se nos presenta parece que tienen la tiña, lo cierto es que no son tan malos como parece. Por supuesto que hay ricos malos, exactamente igual que hay pobres malísimos, pero algunos adinerados hacen lo que yo haría si estuviera en su lugar: crear puestos de trabajo y activar la economía local.
Lo estoy comprobando cada día en la Superyacht Cup de Palma, una regata que reúne a los barcos más lujosos del mundo y, claro está, a sus dueños. Gente con mucho poder adquisitivo que da trabajo, en cada una de sus embarcaciones, a unas 30 personas sólo en tripulación. Si a todo esto le sumamos los puestos de trabajo que, indirectamente, viven de esta gente, ya ni les cuento.
El impacto económico para Palma, gracias a esta regata y según la Cámara de Comercio, es de unos 4 millones de euros en 10 días. Así que, después de estas cifras, quien me diga que ser rico es malo es que no tiene ni idea de lo que dice.
