Debido al imperio de lo que algunos consideran políticamente correcto, irrogándose además qué o quiénes lo son o no, no voy a establecer ningún debate ni entrar en polémica alguna respecto al fútbol femenino, un deporte hasta hace poco injustamente vetado a las mujeres que, por el contrario, hace más tiempo que practican la mayoría de especialidades tanto olímpicas como no.
La reflexión viene a cuento de ciertas acusaciones que se han vertido sobre la Federación Española de Fútbol y, por extensión, a la Territorial Balear e imagino que al Mallorca, por el fracaso de público en el partido de fútbol internacional y clasificatorio, que la Selección española de féminas disputó a la de Austria en el escenario de Son Moix. Y no, no es cuestión de más o menos publicidad, ni de presencia o ausencia de jugadoras mallorquinas. Sencillamente, el balompié de chicas no ha captado hasta ahora el interés de los aficionados.
La explicación es muy sencilla y no hay ninguna necesidad de buscarle tres pies al gato: no atrae. Un partido de segunda división capta menos espectadores que uno de Primera y, en orden progresivamente descendente, las categorías inferiores reúnen a menos seguidores que las de mayor calificación. La realidad es que hay partidos de Tercera con más público que los de la liga Iberdrola, cuyo juego es menos vistoso y cuyas figuras son menos conocidas y populares. El nivel no es comparable siquiera al de un partido entre dos buenos equipos de juveniles, lo cual no sugiere la menor intención peyorativa. Ni siquiera diremos que ellas jueguen peor que ellos, solo distinto; pero la expectación crecerá por si misma o se quedará como ahora, por mucha publicidad que haya.





