¿Sin clases?

Hoy debería responder en este artículo la pregunta que dejé abierta en mi último artículo, pero la actualidad manda. Y es que hoy, hace justo una semana que los centros educativos cerraron sus puertas. El ambiente que se respiraba en los centros educativos era el prolegómeno de una situación totalmente novedosa para los docentes de nuestro país. En estos momentos en los que la sociedad aplaude todos los días la encomiable labor de los profesionales del ámbito sanitario, deberíamos enfocar nuestra mirada a otros muchos sectores, ya que nos estamos dando cuenta de que también son claves para que la sociedad que tenemos montada funcione.

Los docentes y los equipos directivos de los centros escolares de todo el país están invirtiendo todas sus fuerzas para no perjudicar a los únicos protagonistas del sistema educativo, los alumnos.

Esta novedosa situación se puede lidiar mucho mejor en el contexto de las nuevas tecnologías en el que nos movemos. La mayoría de centros educativos tienen digitalizada la casi totalidad de su práctica docente, con lo que seguir las clases fuera del aula no supone una barrera para poder continuar avanzando en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Pero todo esto no sería posible sin la voluntad y disposición de nuestros docentes.

El sector educativo de nuestro país, al igual que el sanitario, cuenta con el mejor capital humano. Profesionales con una capacidad profesional que supera límites y una capacidad humana que cala en nuestros alumnos. Y es que, al final, la educación no es sólo aprender conocimientos. La educación del SXXI es algo más, es crear personas íntegras. Los docentes son modelos que los alumnos copian. Y ahora, en los momentos difíciles y de adversidad, si el alumno percibe que el docente está preocupado por él, aunque sea a través de la pantalla, éste responde.

Es cierto que nos ha tocado lidiar con una crisis inesperada, pero no es cierto que la metodología on-line para sortear este obstáculo vaya a marcar una brecha de desigualdad en los alumnos. Aquellos alumnos con menos recursos tienen a su alcance los mecanismos suficientes para jugar en igualdad de condiciones que el resto de alumnos.

Este escenario también es propicio para reflexionar y analizar muchos funcionamientos del sistema educativo. La nueva ley se debería adaptar a las necesidades cambiantes del sistema. Y como bien ha repetido en reiteradas ocasiones el Presidente del Gobierno, si el virus no entiende de colores políticos, la educación, menos todavía.

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