¿Y qué hacemos ahora? ¿Volvemos a pedir la dimisión de Serra Ferrer? ¿Y la destitución inmediata de Oltra? ¿Insistimos en que la defensa es una calamidad? ¿Y que Víctor ha perdido puntería? ¿Que todos los que se han ido son muy buenos y nos hemos quedado las escobillas? ¿Repetimos hasta aburrir que la plantilla es muy mala? ¿Le damos cera al departamento de comunicación porque no nos quedan más dianas a las que apuntar?
No está el Mallorca para chulear con sus cifras, pero sí para invitar a la reflexión. Ahogado por su mal comienzo, ha tenido que reconstruirse hasta el punto de convertir las críticas en elogios, el fuego en flores. Ha sumado 10 de los últimos 12 puntos y su progresión es evidente. Eso no le hace mejor que hace un par de semanas, pero sí más regular, algo que suele tener recompensa en la Segunda División.
La victoria ante el filial del Barça deja muchas lecturas futbolísticas, pero sobre todo una a camino entre los despachos y el vestuario: nadie, por más que digan, ha perdido los nervios. Los ejecutivos se han dedicado a mejorar el equipo y el entrenador a sacarle punta, aunque que no sea sencillo trabajar en un ambiente tan cargado. El Mallorca ha recuperado la fe, la autoestima y muchos valores que escapan a lo táctico. Bienvenido sea.
