El gobierno español da cada día muestras evidentes de abrazar la vieja doctrina marxista en su sentido más clásico. Concretamente, Pedro Sánchez parece querer reencarnar a Rufus T. Firefly, el peculiar presidente de Freedonia interpretado por Groucho Marx en la inolvidable 'Sopa de Ganso'.
Sánchez, además, preside un ejecutivo que, tal y como ha manifestado el propio Felipe González, se asemeja asombrosamente al famoso camarote de 'Una noche en la ópera', en el que se amontonaban desordenadamente hasta 18 personajes; solo que en la Moncloa hay, contándole a él, 23. El marxismo grouchista es, pues, una constante filosófica de este gobierno.
El espectáculo ofrecido tras la exitosa cumbre de la OTAN, de la que el presidente parecía salir reforzado internacionalmente, resulta indigno incluso para una potencia tan venida a menos como España.
Ione Belarra y Yolanda Díaz han hecho gala de sus querencias y, bajo el pretexto de buscar aumentar el gasto social, cuestionan abiertamente el compromiso adquirido por su propio gobierno de incrementar el gasto en Defensa hasta alcanzar un 2% del PIB. Los podemitas consideran eso belicismo. Claro que, cuando un país de nuestra órbita como es Ucrania fue atacado de forma ilegal e ilegítima por Rusia, su primera reacción fue un silencio clamoroso.
No debe extrañarnos. Los comunistas tuneados de Unidas Podemos no han cambiado un ápice los fundamentos morales que en su día asentaron Lenin o Stalin y, por supuesto, son fieles a las potencias que de forma más o menos velada les sufragan el invento. No es difícil concluir que ellos mismos son una creación de países enemigos de Occidente para tratar de desestabilizar las democracias parlamentarias con permanentes conflictos migratorios, movimientos independentistas y partidos y organizaciones populistas a ambos extremos del abanico político. Para el caso, todos estos medios están dirigidos a una misma finalidad.
Belarra no enarbola, pues, como ella dice, la bandera de los pobres, sino la bandera rusa. Si Europa se rearma y organiza, el aliado oriental de los comunistas saldrá perdiendo. Pero si los falsos mensajes pacifistas, convenientemente financiados, consiguen influir en la opinión pública y limitar ese rearme disuasorio frente a las amenazas actuales, entonces los podemitas se podrían colgar una medalla ante sus amigos exteriores.
Sánchez es rehén de este personal. Ha fiado las gallinas a la comadreja y convertido el gobierno español en una patética caricatura cuya única finalidad real es sobrevivir un año más mientras sus cargos se aferran a la silla.
Inevitablemente, la postura de Unidas Podemos me ha recordado este memorable diálogo marxista:
- ¿Se da cuenta de que nuestro ejército se enfrenta a una derrota? ¿Qué piensa hacer?
– Ya lo he hecho.
– ¿Qué es lo que ha hecho?
– Me he pasado al otro bando.
– Con que al otro bando, ¿eh? ¿Entonces qué hace aquí?
– Bueno, es que aquí la comida es mejor.